In ACTUALIDAD, Barcarrota, PACHECO 2020

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José Martín Martínez Riqué

en

MANUEL PACHECO

EN BARCARROTA

7/8 N 2020

José Martín Martínez Riqué

«La España de Manuel Pacheco: El jilguero en la jaula abierta»

SÁBADO 7 N 2020

JORNADA DE TARDE

18:00h. SESIÓN TÉCNICA

MESA REDONDA–DEBATE –3. Poesía, lectura y contexto de Manuel Pacheco

  • Centro Cultural «Luis García Iglesias». Calle Jerez, 42, 06160 BARCARROTA, Badajoz

José Martín Martínez Rique. Las España de Manuel Pacheco: El jilguereo en la jaula abierta9. La España de Manuel Pacheco: El jilguero en la jaula abierta. José Martín Martínez Riqué. Catedrático emérito de Historia Moderna y contemporánea del Instituto Vipan (Lund, Suecia). Premio al mejor profesor de historia de Suecia en 2013

 

 

 

 

 

 

José Martín Martínez Riqué. Curriculum vitae

Catedrático emérito de Historia del Instituto Vipan, con la especialidad de Historia Moderna y Contemporánea, especialmente la historia de los conflictos étnicos.  Escritor de libros de texto y material digital sobre historia, religión e historia del arte. Galardonado con el premio al mejor profesor de historia de Suecia en 2013. Formador de profesorado y Embajador de la Unión Europea para las escuelas suecas desde el 2015.

Ilustraciones

Fig 1 El jilguero en su jaula

 

Fig 2 Las almendras codiciadas

 

Fig 3 Años de hospicio

 

Fig 4 Calle Concepción Arenal en los años 20. Badajoz corazón ibérico

 

Fig 5 Calle Concepción Arenal, o Concepción Baja, vista desde la esquina del Rastro. 1930. Badajoz corazón ibérico

 

Fig 6 Tropas de Yagüe en la tras la toma de Badajoz

 

Fig 7 Colas con la cartilla de racionamiento esperando la obtención de víveres (Periódico ABC, 2013)

 

Fig 8 Bienvenido Mr. Marshall, Berlanga, 1953

 

Fig 9 Franco recibe a Eisenhower, Madrid, 1959

 

Fig 10 Primeros turistas americanos, años 50

 

Fig 11 Comienza el turismo “chárter”, vienen las suecas

 

Fig 12 El “Che” paseando por Madrid en 1959

 

Fig 13 Los Beatles en España, 1965

 

Fig 14 Joan Manuel Serrat, 1969

 

Fig 15 Cecilia, 1972

 

Fig 16 Prensa española el 21 de noviembre de 1975

 

Fig 17 Adolfo Suárez saluda a La Pasionaria, en la primera sesión de las cortes democráticas, 23 de marzo de 1979

 

Fig 18 Felipe González firma el tratado de adhesión de España a las Comunidades Europeas, el 12 de junio de 1985

 

Fig 19 Olimpiadas del 1992

 

Fig 20 Exposición universal, Sevilla, el año de España

 

Fig 21 Manuel Pacheco Conejo, poeta eterno

TEXTO ONLINE EN ELABORACIÓN de José Martín Martínez Riqué de  «La España de Manuel Pacheco: El jilguero en la jaula abierta»

Tercera versión online, borrador del texto definitivo, que se publicará también en papel con el  título provisional del libro:

EL UNIVERSO MANUEL PACHECO EN BARCARROTA

2020

VERSIÓN 3 2020 10 27. Editada 2020 10 28 7:34h.

Manuel Pacheco. El jilguero en la jaula abierta

José Martín Martínez Riqué

Catedrático emérito de Historia del Instituto Vipan (Lund, Suecia)

MI JILGUERO CHISPI

De pequeño me regalaron mis padres un jilguero. Un día de lluvia, al llegar a casa tras mi primer día en el jardín de la infancia, tendría yo tres años, me esperaba en casa un jilguero en una pequeña jaula de madera. Allí, en esa diminuta jaula, pasó los siete años de su vida. Su canto, compuesto de notas musicales, silbidos y gorgojos, fue el hilo musical de mi niñez.

Desde su diminuta jaula, Chispi, que así se llamaba el pajarito, podía ver volar gorriones, palomas, golondrinas, revoloteando por los tejados del patio. Él les saludaba, creía yo, o quizás les mandaba mensajes desesperados de ayuda o les advertía del peligro que corrían al pasar por esa ventana abierta de nuestra cocina. Yo, a mi vez, fui tomando conciencia de la situación en que se encontraba, pero no pensé nunca abrir su jaula y dejarle marchar, al contrario, pensaba yo en mi inconsciente egoísmo que en algún momento él, al cambiarle el agua, echarle alpiste o limpiarle la jaula, se escaparía y no volvería jamás, y yo me quedaría sin su compañía y sin su precioso canto.

Una tarde/noche de primavera, el mismo día de mi primera comunión, al llegar a casa tras la fiesta, me fui como siempre hacia la jaula para ponerle el dedo entre los barrotes y dejarle que él me lo picara suavemente, con picotazos que eran  como pequeños besos de su pico. ¡Cuál no sería mi estupor al darme cuenta que la portezuela de la jaula estaba abierta! Pero Chispi no había escapado, estaba allí, parado en su palito, contento de verme llegar. Cerré la puertecita y, en mi inocencia, pensé que era un regalo de comunión del Señor en las alturas

Muchos años después, animado por mi amigo Antonio, he leído y profundizado en la obra de Manuel Pacheco 1 (1 [i] ), que tras conocer la de Chamizo y Gabriel y Galán, ha venido a ser mi referencia a la poesía extremeña. Leyendo la obra de Pacheco, conociendo su biografía, brillantemente expuesta por su gran conocedor y amigo Antonio Viudas Camarasa, he encontrado en mi querido Chispi una referencia para explicar lo que hoy será mi ponencia: La España de Pacheco. Confío que esta referencia, metáfora, me atrevería yo a llamarla, sea comprensible a lo largo de mi pequeña reseña.

LA ESPAÑA DE PACHECO

Permítanme que comience con el nacimiento del poeta, en los llamados felices años veinte 2 (2[ii]). Vino al mundo nuestro Pacheco en una España marcada por la guerra del Rif y los disturbios de Barcelona. El panorama político pintaba muy feo, especialmente en Cataluña y Marruecos. Desde la pérdida de las últimas colonias en América y Asia, como consecuencia de la desastrosa guerra a la que nos llevó Estados Unidos, la burguesía catalana, muy involucrada en la explotación de esas colonias, mantenía una abierta beligerancia con la corona y con Madrid. 3 (3 [iii]) Quiso desquitarse España de esas pérdidas expandiendo su poder por el norte de África, con la ayuda de Francia, tras el tratado hispano-francés de 1904, pero este regalo, se vería muy pronto, nos saldría muy caro

Las clases obreras y campesinas se verían muy afectadas por el desastre del 98, tanto económicamente como en su condición de, usando una descripción de Shakespeare,  “carne de cañón”. Especialmente los braceros extremeños que, como Felipe Trigo relata en su obra “Jarrapellejos”, siempre se veían forzados a mendigar: “Aquí y en miles de pueblos, ocurría la habitual y pequeña cosa de que los braceros, como por la langosta en la primavera anterior, como por la excesiva lluvia en el pasado otoño, volvían a pedir limosna. Ahora por la sequía.”([iv]) (Felipe Trigo, 1914) La guerra del  98 y especialmente la denominada guerra de Melilla, en 1909, suscito en las clases trabajadoras un rechazo masivo al servicio militar, del cual se eximían los ricos, resultando en violentas reyertas, como las de la Semana Trágica en Barcelona en agosto de 1909, que se repetirían en 1917. La guerra, o mejor las guerras de África, consiguieron aproximar los intereses de burgueses y trabajadores, de natural tan separados, aunando esfuerzos contra la monarquía y todo lo que la representaba.

NACE EN UNA DÉCADA MUY DELICADA

Nace por tanto el poeta al comienzo de una década muy delicada en España, enturbiada por conflictos sociales y violencia política, tres años tras la crisis de 1917 y en medio de lo que se ha venido a llamar Trienio Bolchevique, o Bolchevista, como lo llamo el historiador Juan Díaz del Moral 5 ([v])  La España de 1920 es un país que se encuentra en un momento crucial y que arrastra lacras funestas de precariedad en el campo, donde los jornaleros sin tierra malviven en miseria, y en las fábricas, el duro trabajo y los bajos sueldos mantienen a las clases obreras en la precariedad. No olvidemos que algo tan obvio como el descanso dominical no se instauró en España hasta el 1907. La jornada de ocho horas y el sistema público de pensiones fueron parches con los que el gobierno del  conde de Romanones trató, sin conseguirlo, de reaccionar al descontento social.

Esa España de 21,3 millones de habitantes vivía en dos mundos diferentes, por un lado en un crónico atraso económico respecto a las naciones más industrializadas de Europa y por otro en una riqueza cultural que nada envidiaba a las vanguardias occidentales. 6 ([vi]) Paradójicamente el analfabetismo llegaba en 1920 al 43% de los mayores de diez años, según Lorenzo Luzuriaga (El analfabetismo en España, Madrid, 1920). En la educación pujaban tres modelos por imponerse, uno insuficiente y arcaico gestionado por el estado y pretendidamente público, otro privado y en gran manera conservador y reaccionario gestionado por la iglesia con 20 000 monjes y 60 000 monjas en 1930 (Frances Lannon, 1990) como profesores,  y un tercero, minoritario, promovido desde la Institución Libre de Enseñanza. Los profesores de enseñanza pública tenían un salario similar a la de los jornaleros en 1920, siete pesetas, céntimo más, céntimo menos. La Revista de Pedagogía, publica estos datos en su tercer número de 1922, en el que también denuncia que medio millón de niños españoles estaban sin escolarizar y otro medio millón lo estaban en “inmundos locales”. 7 ([vii])

Llega nuestro poeta a una ciudad amurallada y en muy precarias condiciones económicas, como se desprende de las actas del Pleno de la Diputación Provincial de Badajoz del segundo periodo semestral de 1920: “…la necesidad de hacer economías, no haciendo otros gastos que los esencialmente indispensables, …reducción de plantillas del personal.” 8 (viii). Sabemos muy poco de la primera infancia de Pacheco, de su vida en familia en Olivenza, esa ciudad considerada como colonia española en Portugal. Posiblemente comenzó Pacheco su escolarización en Olivenza, aunque no nos consta, pero él dice que empezó a leer a los ocho años y que los libros fueron sus grandes compañeros desde su llegada al hospicio en 1928. 9 ([ix])

Esas almendras codiciadas por el pequeño Manuel, fueron el detonante de un cambio brusco en la vida del futuro poeta. El accidente del padre y la desgracia que acarrearía a continuación por un error médico, destruyó de golpe la vida de toda su familia. La madre, incapaz de hacer frente ella sola a las necesidades de la familia, se vio obligada a cerrar la casa con sus cuatro hijos y trasladarse a Badajoz, dejando a los dos mayores, Manuel y María en El Orfelinato de la Diputación. Una mujer sola tenía, en aquella España, muy pocas posibilidades para sacar la familia adelante.  Ya está en su jaula el jilguero, mientras España va cambiando a tropezones. De su orfelinato/jaula le separan sólo 250 metros de su madre, que trabajaba  en la calle de Muñoz Torrero. Pero está solo y se hace fuerte para no llorar delante de sus compañeros, se traga, nos cuenta, las lágrimas en silencio.

LOS TANGOS DE GARDEL

Desde su hospicio nota a penas las transformaciones que viven su ciudad y su país. El ve pasar a las madres con sus niños de la mano y les envidia, envidia también a  los viejos del asilo porque son libres, y la palabra libertad es algo que Pacheco considerará siempre “por encima de todas las palabras”. Los tangos de Gardel, que penetran por las ventanas del  hospicio, desde el cercano Teatro López de Ayala, le hacen poeta. Quizás los versos de “el huérfano” despertaran en él la idea de que los sentimientos se pueden expresar en palabras:

“Mi pobre traje humilde de nuevo está enlutado,

y el huérfano doliente que ayer has encontrado,

hoy sigue siendo el huérfano de tu encantado amor.” Gardel, 1923

 

Un movimiento obrero que va creciendo con fuerza a finales de los años 20 y comienzos de los 30 (10 [x]), con sueños de libertad y justicia social, las almendras deseadas por el pueblo, da paso a una república que no cambia sustancialmente la situación del proletariado obrero y campesino. No sabemos si le llegó la noticia de los muertos del 1 de mayo de Salvaleón en 1932 o los de Fuente del Maestre 1934 cuyo único delito en ambos casos fue entonar la internacional. En lugar de disfrutar los frutos prometidos por la república, las prisas, la mala gestión y la reacción de las clases dirigentes, precipitan la explosión de odio que sembraría de muerte y desolación los campos y las ciudades de España.

Pero para Pacheco, ajeno a la tragedia que se veía venir, estos años de la segunda república fueron los mejores, porque, como él decía, en el hospicio “había mucha libertad y se comía muy bien”. Parece que el centro por esas fechas  se regía por señoritas en lugar de las monjas. La religión, esa imposición por sumisión que le enseñaba el catecismo a palos y cachetes, se le atraganta a nuestro poeta, hasta tal punto que años más tarde llegará a dejar a una novia que quería llevarle a misa. Como monaguillo conoció el rito entre bastidores.

Quince años tenía Pacheco al estallar la guerra, que se hizo anunciar por fieros bombardeos dirigidos a los cuarteles, pero que dañaron el cercano hospital y el orfanato. El 14 de agosto presenció la feroz batalla y posterior derrota de las tropas leales a la república, y desde la uralita del patio del recreo, la matanza salvaje de la plaza de toros. 9 ([xi])

La adolescencia de Pacheco transcurre en medio de la mayor tragedia que ha vivido España. Buscando su libertad trata de abrirse camino como aprendiz de carpintero con un jornal de seis reales, aunque seguía yendo a comer y dormir al centro por un tiempo, porque con ese salario no podía vivir, pero al final se va de allí buscando su libertad.  Cualquier cosa con tal de no sufrir la tiranía de los nazis alemanes que trajeron como instructores, nos cuenta. Es su guerra particular, su modo de rebelarse contra la opresión, a su manera, huir, revolotear diría yo, en su jaula, porque la precariedad le mantiene y le mantendrá preso el resto de sus días.

Y llega el fin de la contienda con un Pacheco llamado a filas a los dieciocho años. Soldado de quinta, dice el que era, pero le vale para salir de Badajoz. Llamado a filas a la misma edad que los republicanos de la Quinta del Biberón, niños con armas. Le llevan a Miranda de Ebro, a Vitoria, a Sigüenza y a Guadalajara y de allí a Oyarzun. Nuestro futuro poeta se ha convertido, con uniforme y fusil, en bisoño escolta y guardia de prisioneros de guerra. Más tarde contaría él que hizo turismo a costa del estado.

Con esos prisioneros, curtidos combatientes vencidos pero no aplastados, aprende una lección para la vida, pues ellos no trabajan si pueden evitarlo. Yendo de escolta con ellos, se ponía a leer tras una roca, nos cuenta, y los presos le avisaban cuando venía el comandante gritando “Agua, agua” y el cerraba el libro, cogía el fusil y hacía como si los obligaba a trabajar. La lección es que el que obliga a otros a trabajar con amenazas siempre conseguirá una menor y peor producción que la que podía haber obtenido de un obrero libre y bien pagado. La esclavitud se abolió porque no traía cuenta, no por altruismo. Y ese era uno de los grandes problemas de posguerra, la baja productividad, la poca motivación, la precariedad económica que formaba una espiral endiablada hacia el abismo de la pobreza.

El hambre está presente en las calles, en el estómago de todos los humildes. Tiempos de estraperlo, de sobresaltos, para conseguir un pan portugués o un poco de tocino. Hay que trabajar en lo que sea, ganarse la vida en la penuria de la posguerra, por cuatro perras. Ejerce de aprendiz de muchas cosas pero su físico le impide trabajar de albañil. Él se busca la vida como puede pero un vómito de sangre anuncia su grave úlcera. Allí en la calle, escupiendo sangre, nota el pavor de los que le contemplan, porque esa sangre podría delatar una tuberculosis, autentica pandemia por aquellos tiempos, que en España llegaba a ser causa del 10% de las muertes a finales de los 30. Allí, en el hospital, comenzó a escribir sus poemas a máquina, a su  manera, autodidacta en eso como en todo.

Al fin entra Pacheco en su jaula, como él mismo diría,  a trabajar de oficinista:

“Cansado de ser aprendiz de todo

y oficial de nada, te metiste en esa jaula

que describió magistralmente Kafka

que se llama oficina” /Antipoema para hablar conmigo – Horizontes azules)

 

Y allí, en oficinas, se queda ya el resto de su vida laboral, como burócrata del ejército, que él tanto despreciaba; monotonía prosaica que encerraba a nuestro poeta:

 

“El día toca su campana gris

Y te encierra en la cárcel de tus gafas

Monótonos ratones de papel

Te van royendo el alma” (Poemas de color sepia)

 

Monotonía que hiela el alma, el jilguero en su jaula, interino subalterno, atado a su mesa y a su máquina, encerrado entre las cuatro paredes de la oficina, tratando de volar en la imaginación con alas de poemas. Sabe que ahí fuera hay muchos que darían cualquier cosa por entrar en su jaula. Ve a la gente emigrar en un chorro constante y ascendente que culmina en 1961-65 y seguirá sangrando hasta comienzos de los 80 12 ([xii]).

La ventana al mundo se abre por la literatura. Con su amigo Carlos Villarreal 13 ([xiii]), descubre los autores prohibidos entre libros viejos que copian a máquina. Así conocen a los clásicos y también a sus contemporáneos; Neruda, Alberti, Miguel Hernández y Cesar Vallejo. Por Villarreal va conociendo a poetas y académicos. Pacheco se va haciendo un nombre a pulso, por su originalidad e ingenio. Encuentra en la tertulia de Esperanza Segura 14 ([xiv]), en las tardes de los sábados, un puerto seguro donde aguantar el temporal de la vida.  La tertulia es una isla, donde cunde el ingenio y el vanguardismo. Fuera, en las calles, reina el rígido y rancio ambiente  del movimiento, apuntalado por su patética censura. Pero en España, en lugares como el salón de Esperanza Segura, revolotean las alas de la libertad.

Pasaba España, de una pesadilla sangrienta con consiguiente represión, a una tímida apertura forzada por la guerra fría. Se abrían puertas y ventanas en el bunker español por donde se marchaban los pobres, los oprimidos, buscando pan y justicia social, pero también muchos intelectuales, la mayoría de los cuales acabarían regresando. Por esas puertas y ventanas iban entrando las películas de Hollywood aunque dobladas, cortadas y manejadas por la censura,  El doblaje era una práctica obligatoria desde 1941, y fue el arma más poderosa de la censura franquista, ya que permitía ejercer un control absoluto sobre los diálogos, los sonidos e incluso la música. Y el cine español trataba de abrirse camino a pesar de la censura con joyas como “Calle Mayor” (Bardem), “Los jueves Milagro” y “Bienvenido Mr. Marshall”  (Berlanga), por nombrar unos cuantos.

En literatura, como en el cine, hubo autores que manejaron el arte de la expresión indirecta, con tal ingenio y maestría que llegaron a burlar la atención de los censores. Los documentos sociales que salían de la pluma de los escritores españoles no afines al régimen tenían una clara tendencia al realismo con estampas  ambiguas, cargadas de  un distanciamiento objetivista que evitaba el juicio explícito, por lo que los censores las catalogaban como costumbrismo y las dejaban pasar,  “sin ningún reparo, ni político, ni moral” como solían escribir los censores en sus análisis.  Así pasó por ejemplo la obra de Carmen Martín Gaite “Entre visillos”, que llegó a obtener el premio Nadal, que era una denuncia clara de la vida de las mujeres jóvenes en la España de provincias. En palabras de  Goytisolo, “si algún mérito hay que reconocer a la censura es el de haber estimulado la búsqueda de las técnicas necesarias al escritor para burlarla”. 15 ([xv]) Esto es algo que yo he oído también de boca de escritores y artistas polacos, checos y búlgaros. La censura les hacía sublimar el relato e inventar una lengua-código para comunicar con el lector.

La poesía desarraigada evolucionó en los años 50 hacia una poesía de tono social cuyo precursor había sido Miguel Hernández con obras como “Vientos del pueblo”  y “El Hombre acecha”. Dentro de esta línea de poesía destacó por ejemplo Gabriel Celaya con “Lo demás es silencio 1952” y “Cantos Iberos” 1955. Otro es Blas de Otero, un hombre que supo entrar y salir de la jaula franquista, con “Pido la paz y la palabra”. Una escritora que se quedó pero pudo publicar en el extranjero fue Ángela Figuera Aymerich, con su  “Belleza cruel”, publicada en Méjico en 1958. Hay que sumar poetas como José Hierro y Gloria Fuertes, amiga entrañable de nuestro Pacheco, cofundadora junto a Antonio Gala, Julio Mariscal y Rafael Mir de la revista poética Arquero que dirigió hasta 1954. Gloria Fuertes es una de las muchas que sale de España, a Estados Unidos concretamente, y respira libertad.

PACHECO SE QUEDA EN LA JAULA

Pacheco se queda en la jaula, con la puerta abierta, pero sigue en ella. Durante un decenio, 1939 hasta el año 1949 se va formando, primero en solitario, luego, con la ayuda de Manuel Ruiz González-Valero , confinado en su exilio interior, consigue penetrar el mundo de la literatura, y finalmente, en 1949, publica su primer libro, “Ausencia de mis manos” y más tarde, en 1953, publicará  “En la tierra del cáncer” que con su éxito, le abrió el camino para ser conocido en España e Hispanoamérica, siempre entre intelectuales y gente conocedora de la buena literatura. Dámaso Alonso, Gerardo Diego, Alberti y Vicente Alexandre verán en él un poeta hecho y con personalidad propia. Por la revista Gévora, en la que le publican sus poemas y escritos, va siendo conocido en América, Chipre, Portugal  y, esto es importante, en la Alemania de Este. Allí, en la revista Juventud del mundo (Junge Welt) se publicó “Oda al Ángel negro de Valencia”, en 1957, que pudo haberle costado caro al poeta si no hubiera sido por el código usado, completamente opaco para los funcionarios de la censura. Libre de cargos, pero en el punto de mira de la brigada político-social, sentirá como se va estrechando el cerco a su alrededor, lo percibirá en la actitud de sus superiores.

POESÍA AL SERVICIO DEL HOMBRE Y SUS DERECHOS

Por el aire llegan los pájaros de metal, DC-3 que sobrevivieron a la guerra mundial y que se usarían para transportar a millones de europeos sedientos de sol hacia las costas de España. Rondan ya los años 60 y nuestro pacheco sigue en su jaula abierta, poniendo su poesía al servicio del hombre y de sus derechos. Con esos aviones vienen también otras visiones del mundo, soplos de libertad. Y ya en los 70 Pacheco pasa a una poesía más comprometida, No se le escapan los horrores de la bomba atómica ni las guerras coloniales, ni el hambre ni la injusticia racial. Es sin duda otra España muy distinta a la de las décadas anteriores. Una España visitada por “Che” Guevara 16 [xvi] y Dwight D. Eisenhower en 1959, elogiada por Adenauer 17 ([xvii]). Pero aún falta mucho todavía y Pacheco denuncia:

Todavía (1960)

Todavía no se ha ido todo el humo,
todavía están las sombras
ocultando la libertad de España;
todavía está el hombre con sus naves
haciendo payasadas en el cielo
y el cáncer en la tierra
comiéndose a la gente.

Todavía el amor está dormido,
dormida la amapola, el alba y las palomas.
Todavía está el hombre jugando con los átomos
y envenenando el aire que respira.
Todavía se pudren los niños,
se matan los hombres
y la babosa del odio
mancha el campo del alma.

Todavía está Dios en las iglesias.
Todavía está todo todavía.

LOS BEATLES NOS VISITAN

Con la televisión se abren nuevos mundos. El consumismo nos deja aparatos de radio, gramófonos, casetes. Los Beatles nos visitan y ya se ven muchachos peludos y chicas en minifalda. Las ondas se llenan de melodías y letras que van más allá de las canciones de amor. Una gran favorita es la cantante Cecilia a la que dedica un poema. Quizás la muerte de Cecilia nos muestra la situación de España en los años 70. Ella se estrella con su coche, de madrugada,  contra un carro tirado por bueyes que no llevaba luces ni reflejos. Juventud (27 años) estrellada contra el retraso atávico. El cine, del cineclub de la Sociedad de Amigos del País deja rastro en “Para curar el cáncer no sirven las libélulas”, y se va notando como Pacheco empieza a hablar claro, sobre el hambre, la libertad, Vietnam o la juventud melenuda. Y la música alcanza a la poesía  y forma un altavoz para sus versos más comprometidos: “Yo me dirijo al hombre”, “La juventud se marcha”, “Hay que hacerlo esperanza”, “El hambre es negra” y muchos más.

DEJA PASAR EL TREN DE LA POLÍTICA

Pacheco, que ya va teniendo un cierto reconocimiento como poeta en amplios círculos, deja pasar el tren de la política, pudiendo haber sido senador por Centro Democrático y Social, en la primera legislatura o consejero de cultura en la Junta de Extremadura. Se entrega con fervor a apoyar el derecho a sindicación del personal civil del Ministerio de defensa y es represaliado de mil maneras hasta jubilarse en 1982. Todavía, los poderes fácticos llevaban la sartén por el mango.

LA VIDA TRAS LA JUBILACIÓN ES DURA

La vida tras la jubilación es dura. La pensión no le llega, como a tantos otros jubilados.  Pero de alguna manera se empiezan a reconocer sus méritos y recibe alguna pequeña recompensa. En 1986 se le concede la medalla de Extremadura y dos años más tarde es elegido miembro de la Real Academia Extremeña de las Letras y las Artes. La España de Pacheco ha experimentado en unas décadas cambios sustanciales. Ahora, en democracia, se abre a Europa, prepara su olimpiada de Barcelona y su Exposición de Sevilla.

Extremadura se ha vaciado de gente, con un goteo que llega al culmen en 1960-65, son cientos de miles los que emigran a Madrid y Barcelona, a Cornellá, a L´Hospitalet de Llobregat. Pero los pueblos sombríos y tristes, las calles sin pavimentar, los cantaros del agua, que llevan las mujeres desde la fuente, han desaparecido. Los burros y mulas dejan paso a los seiscientos y los Citroën dos caballos. La España del anciano Pacheco está llena de coches, de jóvenes bien alimentados que vociferan y van en moto. Seguirá escribiendo hasta el final, hasta que la enfermedad le lleve junto a su Manuela a la residencia de ancianos y de ahí al cielo.

DEJÓ SU OBRA EN NUESTRAS MANOS: EL JILGUERO EN LA JAULA ABIERTA

Me pregunto yo, si nuestro Pacheco al final de sus días se arrepentiría de no haber aprovechado la puerta abierta de la jaula para escapar, para realizar sus sueños, para conocer a sus amigos de tantos lugares remotos. ¿Quién puede saberlo? Murió el poeta y dejó su obra en nuestras manos y nosotros sentimos la necesidad de darle alas, para que llegue a los más recónditos lugares de la tierra, con el testimonio de que hubo un hombre que cantó a la libertad, al amor, a la igualdad y la justicia, a la naturaleza. El jilguero en la jaula abierta.

José-Martín Martínez Riqué

Lund, a 15 de octubre de 2020

 

Notas


[i] 1 Me he leído los cuatro tomos de la edición a cargo de Antonio Viudas Camarasa, ahondando en mí ya bastante amplio conocimiento de la poesía de Pacheco, gracias a Antonio y a todos los buenos conocedores de nuestro poeta, que casi a diario, nos obsequian con sus obras.

[ii] 2 Así se suele denominar el periodo económico expansivo que vivió Estados Unidos entre el año 1922 y el 1929. También se suele hablar de los años locos, porque cambió en muy poco tiempo la economía, la estética, la moral, si se quiere. Tiempo del triunfo de la tecnología en todos los frentes: coches, aviones, transportes públicos, cines, radios, luces eléctricas. Tiempo en el que García Lorca visitó Nueva York, las mujeres habían logrado el derecho al voto en numerosos países como Nueva Zelanda, Canadá y Austria, los Estados Unidos, Finlandia y Suecia. En Alemania, la República de Weimar proporcionó a los alemanes, entre 1919 y 1933, un grado de libertad que en algunos lugares de Europa no se alcanzaría hasta los noventa, aunque, mirado atentamente, ese periodo es mucho más corto porque no salió de la crisis de posguerra hasta 1923 y  a partir de 1929 comenzó a zozobrar por el ataque del creciente nazismo. En España esos años de bonanza no calaron en las mayorías. Aquí teníamos una sociedad muy polarizada entre pobreza solemne y riqueza insultante con una clase media muy reducida y concentrada en las grandes ciudades, mientras en provincias, en el campo, la iglesia mantenía su poder, al que se aferraba con todas sus fuerzas. Las clases obreras y campesinas estaban muy influidas por el comunismo y el anarquismo. Quedaba como autoproclamado arbitro el ejército, que nos trajo las dictaduras de Primo de Ribera y Berenguer.

[iii] 3 El surgimiento del catalanismo político con la Lliga Regionalista en 1901, dirigida por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, cuya fundación se debía a la confluencia de cuatro elementos imprescindibles para la creación de una ideología nacionalista periférica: Primero, la madurez de un movimiento cultural basado en lengua y la historia. En segundo lugar, la crisis del 98 (perdida de las colonias ultramarinas) de funestas consecuencias para la economía catalana. La tercera causa seria los conflictos de tipo social y económico, especialmente tangibles en Cataluña. En cuarto y último lugar la crisis del sistema político español.

[iv]  4 Felipe Trigo: Jarrapellejos, 1914. Ver en https://www.textos.info/felipe-trigo/jarrapellejos/ebook

[v]  5 Historia de las agitaciones campesinas andaluzas, 1929.

[vi] 6 Simplemente la claridad en el análisis que muestran escritores como Ramón María del Valle-Inclán en obras como “Luces de Bohemia” del año en que nació Pacheco, en las que se dice de la España en la que viven que es “una deformación grotesca de la civilización europea”. Súmense autores de la altura de Baroja, Azorín, Maeztu,  Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Concha Espina, Manuel Gómez-Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Consuelo Álvarez Pool, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Carmen de Burgos, Manuel Machado, Antonio Machado, Francisco Villaespesa, Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet y Valle-Inclán, y sé que me quedo corto.

[vii]  7 Una alternativa pedagógica: la Revista de Pedagogía (1922-1936), Eloísa Mérida-Nicolich Gamarro.

Eunsa, Pamplona, 1983

[viii] 8 Archivo provincial de Badajoz

[ix] 9 Para los datos biográficos de Manuel Pacheco, sigo siempre la introducción a la poesía de Manuel Pacheco, Libros del ensueño de Antonio Viudas Camarasa, 1999.

[x] 10 Para el que quiera profundizar en los movimientos obreros de la época en Extremadura, hay numerosos trabajos, entre los que propongo, por estar en Barcarrota: DOCUMENTOS Y MASAS: SÍNTESIS

DEL MOVIMIENTO OBRERO BARCARROTEÑO, de José Ignacio Rodríguez Hermosell.

[xi] 11 Es una afirmación de Pacheco, pero en realidad hay muchas versiones, pues no existen documentos oficiales que demuestren que la hubo o, si la hubo, cuantas fueron las víctimas. Lo que es seguro es que la represión franquista indiscriminada, comenzó en Badajoz. Si fueron 7000, como decía González Bermejo en un acto de desagravio en 2003, los 4000 como aseguró  el periodista Jay Allen en 1936 y como también apuntó recientemente el historiador Justo Vila, es algo que todavía se debate. Para un análisis crítico de la historiografía sobre los hechos me remito al trabajo de Gonzalo Cebrián Vázquez “Los sucesos de Badajoz, 77 años de historiografía” en Extremadura – revista de historia, 2013.

[xii] 12 Cuantificación de la emigración extremeña desde la posguerra a los comienzos del siglo XXI (1940-2005) Moisés Cayetano Rosado.

[xiii] 13 Escritor y crítico literario, licenciado en Filosofía y Letras y más tarde profesor de la Universidad de Granada, gran amigo del premio Nobel Vicente Aleixandre, con el que se carteaba diariamente.

[xiv] 14 Hermana del escritor pacense Enrique Segura Covarsí y personalidad cultural pionera en Extremadura en la lucha para lograr la igualdad de derechos de la mujer. En la casa familiar de sus padres reunió, a partir de 1951, los sábados de cinco a ocho de la tarde, a gran parte de la vanguardia artística y literaria de Badajoz, entre los que se encontraba desde el principio Pacheco.

[xv] 15 Burlando la censura franquista: ¿Corrupción o resistencia? Gabriela de Lima Grecco.

[xvi] 16 Seis meses después de la revolución cubana, en junio del 1959, llega a Madrid Ernesto “Che” Guevara y se pasea por el centro, toma café en la California, se compra una máquina de escribir en Galerías Preciados y se pasea con toda libertad. La  foto emblemática que mostramos aquí está hecha por un joven de 18 años, César Lucas Escribano, que entonces trabajaba para ‘Europa Press y que acompaño al Che desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde. La foto está tomada en la Moncloa (El Arco del Triunfo al fondo), Plaza del cardenal Cisneros, a las siete de la mañana. El periódico que lleva en la mano es posiblemente un Diario Pueblo, pero la foto no fue publicada hasta el 1996, aunque el periódico publicó un pequeño artículo con la información y el rostro del Che.

[xvii] 17 https://www.ateneodemadrid.com/biblioteca_digital/folletos/Folletos-0175.pdf

 

 

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