2016 11 07. Antonio Viudas Camarasa
ALONSO ZAMORA VICENTE. 1936-1939. GUERRA CIVIL
En 2002 en el acto de investidura de doctor honoris causa visionamos un vídeo con esta secuencia: «Si no hubiera sido por Dámaso yo no hubiera vuelto a la Facultad después de la guerra. En la guerra yo aprendí que en la vida había muchas cosas más interesantes que traducir a Tito Livio, descubrí que a una persona que lo ha pasado mal, que tiene muertos en la familia, asesinados, que tiene otros en la cárcel, es que una palabra cariñosa, un llevarle un monigote al chico pequeño, vale más que muchos años de universidad» [Videoteca: Alonso Zamora Vicente y la Guerra Civil. http://www.cervantesvirtual.com/portales/alonso_zamora_vicente/241117_guerra_civil/]
El 18 de julio estaba preparando el examen de licenciatura en el Centro de Estudios Históricos, con su amigo Eduardo Ródenas, director de Haz, revista falangista, asesinado unos días después en El Molar. De la experiencia de la guerra civil valora que es «más importante la decencia que la ciencia», cambia el ofertado destino de becario y lector de español en una universidad alemana a ser voluntario en guerra, a las órdenes de Tomás Navarro Tomás para salvar las bibliotecas madrileñas de las bombas, bajo el mando de Antonio Rodríguez-Moñino. El domingo 19 ve cómo un pueblo ignorante incendia la iglesia de San Andrés porque creían que allí se escondían los seguidores de los sublevados. Su parroquia de San Andrés tan bien descrita en el libro de Elías Tormo, que él había leído de niño aventajado, de la que era párroco don Juan, amigo de su padre. Desde el balcón de su casa vio cómo se desmoronaba una de las cúpulas del barroco español. En el barrio se le consideraba socialista, ya que daba clases en el Centro Instructivo del Obrero, fundado, entre otros, por Alonso Zamora Bueno. Cercano a sus profesores compartía los ideales republicanos cultivados tanto en la Facultad como en el Centro de Estudios Históricos y, por supuesto muy cercano a su maestro Tomás Navarro Tomás, pero alejado del comportamiento de la destrucción del patrimonio español con la quema de iglesias. La relación estrecha y cercana con María Josefa Canellada, partidaria de una solidaridad cristiana «porque tenemos un pasado, una cultura que es –querámoslo o no—cristiana y de la cual no podemos prescindir. Sería preciso que hubiera una solución de continuidad en la Historia, que se acabara por completo todo y que volviera a aparecer el hombre limpio de todo para llegar al Comunismo. Rusia sí lo pudo hacer, porque es una nación nueva, un pueblo reciente». Estas palabras me corroboran lo cercano que estaba de Tomás Navarro Tomás, que llegó a estudiar ruso para visitar Rusia en plena guerra civil y el cariño con el que preparó la foto de Mijé junto a Tomás Navarro Tomás en la exposición de Fonética Experimental en honor del maestro exiliado para siempre después de la guerra civil.
Alonso Zamora tras la quema de iglesias decidió apartarse de los «comunistas vehementes» y se afilió a la CNT gracias a un amigo que tenía un cargo importante en el sindicato. Esto le obligó a dar clases gratis en un instituto de la zona de San Blas a los hijos de evacuados de Extremadura. Reside en la casa paterna con su padre, María de los Llanos y sus hermanastros Rosa y Cristóbal, que murió de inanición.
En esos primeros meses de la guerra se dedicó a traducir Os Lusiadas con la colaboración de María Josefa Canellada según cuenta ésta en su diario. En los primeros momentos de la guerra colaboró trasladando libros de bibliotecas particulares a la Biblioteca Nacional. Pronto dejó esta misión porque aquello olía a improvisación y según me contó no le gustó la actitud arrogante de Antonio Rodríguez-Moñino que en alguna ocasión se paseaba por la calle de Alcalá blandiendo su pistola. Mantuvo una estrecha relación con Tomás Navarro Tomás coincidiendo en la Biblioteca Nacional colaborando en la salvación de las bibliotecas y del patrimonio del Museo del Prado. En noviembre se despedía de Tomás Navarro Tomás en Medinaceli, 4. Su hermano Miguel está en el bando de los sublevados y Paco es nombrado comandante del estado mayor del ejército republicano. En un avance en Campamento Miguel es capturado prisionero por la brigada de Paco. Se le traslada a Valencia y es liberado de la muerte al ser canjeado por una hija de Indalecio Prieto.
En la primavera de 1937 se incorpora en la brigada mixta nº 3 de la que su hermano Paco era mando, en Valdelatas, prácticas de tiro en Campamento. Destinado a oficinas se ocupa en la elaboración de nóminas de soldados. En julio de 1937 se retiran a los pueblos de Viana, Pareja, Azañón (Guadalajara), dedicados con un camión pequeño a las tareas de intendencia en busca de pan, hortalizas. Se acercan a la comarca madrileña de Las Vegas, regadas por el Jarama, Tajo y Tajuña, donde se cultivan los famosos melones de Villaconejos que sembrados en abril y mayo se recolectan en agosto y septiembre. El camión de Intendencia tiene una avería y es reparado en Ocaña. Alonso aprovecha para visitar a María Josefa Canellada, que había sido trasladada del hospital de sangre del Casino de Madrid habilitado en la cárcel de Ocaña. Zamora le lleva unas flores de «parte de él y de su novia». Curiosamente se referiría tal vez a Teresa López Serrano, fallecida en la contienda. Los jóvenes Alonso y María Josefa empiezan un largo noviazgo que terminará en boda en 1946, aplazada en varias ocasiones por el respeto a los lutos familiares de ambos.
Mapa turístico de Sesa. Foto aviudas 12 de agosto de 2016. En recuadro azul Sesa y Huesca
Sesa (Huesca). Edificio del antiguo Seminario de Huesca y la Iglesia bombardeada durante la guera civil. Usados como almacenes de intendencia durante la guerra civil donde estuvo destinado Alonso Zamora Vicente. Foto aviudas, 12 de agosto de 2016
Zamora Vicente estaba en Valencia con Navarro Tomás el 3 de septiembre de 1937 junto al cuadro Las Meninas de Velázquez «acompañando a una comisión británica que llegó a Madrid a ver cómo se cuidaban las telas del Prado…». En el otoño de 1937 lo sitúo en Sesa (Huesca) en labores de intendencia del frente del Ebro. Desde ese paraje de La Plana de Huesca le escribe cartas llenas de cariño a María Eloína (María Josefa) transcritas en Penal de Ocaña: «No te enfades con lo que voy a decirte […] Mi gran fracaso sentimental es que yo no he tenido madre, María Eloína. […] Lejos, los cañonazos. He de llegar algún día a este olivar, y te mandaré unas hojitas en una carta. Me parece que la guerra ha terminado tan sólo porque me siento contento, comprensivo, adorador solitario de todo». Fue en Sesa donde su compañía guardaba los alimentos en el edificio del seminario de Huesca en esa localidad y en la iglesia del pueblo donde se salvó de un obús que abatió a un compañero suyo estando debajo de un olivo en el regal del río Gratizalema.
En la retirada del frente de Aragón, finales de febrero, principios de marzo de 1938 pasa con su compañía por Selgua, cruza el río Cinca por el puente de Monzón y por la Cllamó [Clamor de Almacellas] llega a Vilanova de Segrià (Lérida). «Don Alonso el límite de La Litera con Cataluña está en la Cllamó de Almacellas» y él repitió recordando algo con su entonación característica: «la clamooor». Algún recuerdo debió sugerirle mi voz en enero de 1974 en la Universidad Complutense.
La brigada cruza el río Segre por Balaguer y se asienta en Maldà (Lérida). Luego pasan a Barcelona en marzo-abril de 1938. Asistió a la representación teatral de Sansón y Dalila en el Liceo y habló en un entreacto con Tomás Navarro Tomás que «Era el símbolo de una generación maltratada y de una situación en la que nos vimos envueltos todos sin comerlo ni beberlo […] Hacia la mitad, poco más o menos, el apagón, las sirenas de alarma, el zumbido de los motores, las explosiones que bordan el teatro, la multitud que canta en pie, con frenesí, Els segadors…». Posteriormente Zamora Vicente al frente de una compañía de intendencia se asienta en Òdena en una masía, a escasos kilómetros de Igualada. En el último tercio de su vida volvió a la masía en un viaje a Barcelona acompañado de Juan Manuel González Martel, que filmó el paraje en Super-8. La masía es un edificio del siglo XVIII, construido en piedra, con una heredad de 10 hectáreas. Su compañía se retiró en febrero de 1939 por Figueras. Con otros soldados cruzó la frontera por los Pirineos y fue detenido en Amèlie-les-Bains e internado en un campo de concentración. A un soldado francés-senegalés que le había detenido le vendió el sello de oro, regalo de sus hermanos por haber terminado el bachillerato, con el que sufragó el viaje a París, donde buscó inútilmente ayuda en personas de la Junta de Ampliación de Estudios. Volvió a Amèlie-les-Bains y optó por regresar a España donde le recluyeron en un campo de concentración para ser clasificado como “soldado movilizado al servicio del ejército rojo”. En tren llega a Irún y desde Pasajes de San Juan en barco es trasladado al campo de concentración de San Juan de la Rinconada (Sevilla), donde es clasificado en tipo B, voluntario del ejército republicano sin estar afectado por responsabilidad social, política o común, con lo que quedaba preso hasta que no se dispusiera otra cosa. Con un aval enviado desde Mérida por un primo de su madre, Asunción Vicente, consiguió la libertad. Trabajó en la construcción hasta el mes de mayo para pagarse el billete a Madrid, donde se encuentra en el domicilio paterno con su padre Alonso, su madrastra María de los Llanos y hermanastra Rosa. Es llamado por el ejército de Franco y es destinado a Los Pirineos, pero en Barcelona, tras sufrir una recaída en la enfermedad de bronquios es declarado inútil. Regresó a Madrid donde tenía limitada la capacidad de desplazamiento al ser depurado militar y la obligación de presentarse cada día en la comisaría de la calle Don Pedro.
En 1939 realizó el examen de fin de carrera con ejercicio escrito y oral sobre historia del arte consiguiendo el título de licenciado en Filosofía y Letras, tras haber aclarado una falsa denuncia, gracias a su profesor de la Osa, en la que alguien le acusó de ser comisario político durante la guerra. Eran tiempos muy tensos. En 1938 Joaquín de Entrambasaguas [que fue mi profesor de literatura del Siglo de Oro en 1973 en la Universidad Complutense] en Pérdida de la universidad española había tildado a Américo Castro de «maniquí erudito», a Sánchez Albornoz de «inverecundo» y los trabajos de Navarro Tomás «gorgoritos fonéticos», de «poesía presupuestaria» la de Pedro Salinas y de «inefable» a Homero Serís.
Con el solo apoyo de Dámaso Alonso, catedrático de Lengua y literatura españolas desde 1933 en Valencia, colaborador del Centro de Estudios Históricos durante la guerra [“Está en España, donde le han separado de su cátedra por el delito de «convivencia con los rojos» […] Dámaso no era hombre banderizo, de partido, como yo. Pero es persona (¡ay, qué raro es encontrar gente que de veras sea persona, mi querido Salinas!). Podía uno fiarse de él, estar seguro de que dondequiera que se le pusiese cumpliría, que dejaría alto y bien plantado el pabellón de España”, Carta de José María Quiroga Pla a Pedro Salinas. París, 21 de julio de 1939, apud Laberintos, 16 (2014), pp. 349-380, ISSN: 1696-7410, la cita en la pág. 377) y catedrático de Filología Románica en Madrid desde el 15 de enero de 1941, Zamora Vicente se encauzó para seguir desde dentro del país la labor destrozada por la guerra en la aventura ingrata de formar parte del grupo republicano en el exilio interior en la España triunfadora de los sublevados en convivencia difícil con los unos y con los otros. Dámaso Alonso, Rafael Lapesa, Antonio Rodríguez-Moñino, Zamora Vicente y una larga lista de depurados de la guerra civil han hecho posible la continuidad de la ciencia en circunstancias nada propicias que estamos analizando en el «Itinerario Artístico Literario Alonso Zamora Vicente. 100 años de su nacimiento».