In Barcarrota, PACHECO 2020

2020 10 13 5:36. Actualizado

Poco conocido: Biografía para la historia del color azul. Manuel Pacheco Conejo

Por Antonio Viudas Camarasa

2012 10 13

Estoy en tiempo de reposo. La microbibliografía sobre Manuel Pacheco que me ha pedido Juan María González Antúnez no avanza. Mis neuronas están en stanby. Me acuerdo de que Carlos Baena García hace unos días me mandó una nueva fuente. Repaso mi archivo y recuerdo El corno emplumado, revista de México, en el número  15, 7/1/1965, se anuncia la revista el número cinco julio-agosto de la revista Diálogos (Dir. y Red.: Ramon Xirau, Enrique P. López y José Emilio Pacheco)

Anoto: representante de El corno emplumado en Chile: Nicanor Parra. Me acuerdo de los antipoemas de Manuel Pacheco y recuerdo que quien me habló de la antipoesía y Nicanor Parra fue Antonio Gómez cuando preparaba en 1997 la edición de la poesía completa de Manuel Pacheco y ahora descubro que Pacheco también es nadaísta como la revista y está inmerso en el grupo de la teología de la liberación. Sin lugar a muchas dudas Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco y probablemente Casaldáliga leyeron alguno de sus poemas.

 

El corno emplumado fue el divulgador de la «generación beat en español»:

«Cada poeta beat recién acababa de escribir un poema se lo mandaba a Margaret o a Sergio y al poco rato aparecía publicado —a veces bilingüe o a veces solo la traducción— en el Corno emplumado. Y el Corno circulaba por toda América Latina. Es muy importante recordar a El corno emplumando dentro de este contexto para nosotros los mexicanos. Me parece que es un asunto de mucho orgullo saber que los mexicanos somos los divulgadores de la generación beat en español»  José Vicente Anaya

Manuel Pacheco publicó cuatro poemas en El corno emplumado (1964, 1966)

 

En el número  17, 1/1/1966 de El cuerno emplumado me encuentro con

 

«MANUEL PACHECO

POEMA PARA HABLAR CON LYNDON JOHNSON

Kennedy rechazaba la idea de que “la misión de los Estados Unidos es rehacer el mundo para acoplarlo a la imagen norteamericana”.

Lyndon:

¿Te parece lindo lo que estás haciendo?

¿Tu furor tejano?

Quítate el sombrero y saluda al Hombre,

y saluda al niño,

y saluda al mundo,

a ese mismo mundo que América dice que esta construyendo.

No te dejes llevar por consejos de hienas,

ya se que es muy difícil gobernar y hay criminales dentro

y que a Kennedy lo mataron porque estaba despierto

y vigilaba la libertad de América y la libertad de otros pueblos,

pero debes dominar al caballo de la Fuerza que va corriendo ciego

y golpea con sus cascos de lumbre el polvorín del mundo.

                      ¿Que China está creciendo?

                     ¿Que Rusia está minando tu terreno?

                    ¿Que Cuba es un ejemplo?

Detén a los marinos y no pierdas los nervios,

libera a Sudamérica y dásela a su pueblo

y veras cómo el hombre cuando tiene comida y paz y libertad no

grita por un color de mas o menos.

          Vietnam se está quemando

          y hay un cáncer de odio en su pecho,

 Santo Domingo grita por la sangre de todos sus muertos

y no tenéis derecho ni América ni Rusia

a provocar un nuclear incendio.

             Un poeta te escribe desde España

             y te pide la paz de un mundo nuevo.

pág. 53

Ernesto Cardenal en el número 5, enero 1963  escribe una carta a Sergio Mondragón, redactor de El corno emplumado desde Antioquía, Colombia, 5 de octubre.

En relación al futuro de América le dice:

«La Unión Panamericana es la de los poetas, no la de esos que se
sientan en los banquetes y «devoran a mi pueblo como si fuera pan»,
como dice el Salmo. Los poetas son los que se entienden, a pesar
de las barreras del idioma, porque ellos son los que tienen los órganos
de comunicación, sorx la voz de la tribu. Si los poetas no realizan
el Panamericanismo nadie más lo hará. Y lo están haciendo. Y
por primera vez en la historia se comenzarán a entender el pueblo
norteamericano y el hispanoamericano, en un verdadero entendimiento
de pueblos, porque se entienden sus poetas. En Washington
no se han dado cuenta todavía de que las grandes naciones (los
EE. UU. incluso) han sido hechas por los poetas. U n cambio de
métrica produce grandes consecuencias sociales como dice Pound.
Y además es necesario que los poetas hispanoamericanos (y también
esa es otra misión del C O R N O ) comiencen ya a poner las bases
para la organización de la gran nación América Latina. Eso tampoco
lo harán los militares ni los comerciantes. Destruir nuestras
fronteras, el plan del poeta Bolívar, crear esa nueva nación, formidable,
desde México hasta la Patagonia: eso sólo lo pueden hacer
nuestros poetas (ayudados ahora por los poetas yankis)».

Y con…

«BIOGRAFIA PARA LA HISTORIA DEL COLOR AZUL

                                                  I

En el bosque del agua olor a pasto azul.

Una lombriz salía de mi ombligo

y la forma de un huevo de lluvia

cerraba dulcemente mi tristeza.

La angustia golpeaba la bolsa que me unía al árbol de mi madre.

El día estaba fuera,

la muerte estaba fuera,

y el dolor, el calor, el hambre, el frío

y el tiempo con su mano de lija apasionada.

Vino la sangre abierta,

un gemido en el hueco del agua

y mi madre gritó.

                                                  II

Tenía siete años y mi padre murió por culpa mía.

Mi padre era poeta de los pies,

construía zapatos para el polvo

y tomaba medida a la inquietud del hombre.

Mi padre me adoraba mirando en mis pupilas otros mundos extraños,

y la flor del almendro se convirtió en dureza,

la cáscara cerrada sobre el fruto,

mi querer…

       Mi padre me cogía las doradas almendras

       y el soplo de la muerte apagó mi cariño.

El pozo estaba allí y quise recoger en el abismo

la cruz de mi presencia.

Manos me detuvieron,

huérfano me dejaron en el Asilo frío

jugando a ser “yo mismo” entre los otros.

pág. 54]

MANUEL PACHECO

                                                                           III

La lumbre de la iglesia,

el olor del incienso y las campanas,

la harina blanca en desnudez dormida

para limpiar la pena de mujeres y hombres.

Monaguillo del Sueño.

                                                                    IV

Los pájaros de acero con voces de aguardiente

orinando la muerte en el Asilo,

orinando la muerte en los quirófanos,

orinando la muerte en la ciudad sitiada.

Tenía quince años y olía a carne de hombre y de mujer,

olía a incendio de hombre y de mujer,

olía a odio de hombre y de mujer,

olía en las penumbras de la siesta

y en las sucias murallas de la noche

a sonidos de globos destripados,

olía desde el aire de mi infancia a un Cristo boca abajo

podrido por la sangre de los hombres.

Quemaron mis películas y el sueño de herradura del teatro

y me quedó en las manos una pupila de ceniza.

                                                        V

Apenas luz de 18 años

un tren de olor a cerdos y gallinas me llevo por las noches y

los días y vinieron piojos, hambre, muerte, sueños…

Los podridos manteles para comer historia

y el ángel alto y rubio del coñac.

                                                                                                   VI

Se terminó la guerra,

vino el Ayuntamiento que daba seis pesetas por derruir murallas.

Las manos me dolían con el pico y la pala.

pág. 56

MANUEL PACHECO

 Agosto era una brasa,

y vino el Año-HAMBRE y tuve que comer como las cabras.

Y vinieron los palos de techar,

y vinieron los sacos de cemento sobre mis delgadas espaldas.

El puente largo y solitario,

el invierno frio y solitario

sobre mi alma fría y solitaria.

        Y pensé en el cemento,

en los maderos que les ponen a los tejados,

en mis hombros heridos de cargar como un burro,

en el infinito cansancio.

Y el agua me llamaba.

¡Qué fácil por el aire

llegar al pasto azul de mi selva perdida!

     El grito de la sirena golpeo mi cabeza,

metí mis manos frías en los bolsillos

y tropezaron con unas gotas de sueño,

con un lápiz afilado por las cuchillas del insomnio.

Y seguí caminando hacia la fábrica.

                                                          VII

Vinieron peces rojos saliendo a borbotón de mi garganta.

Peces rojos calle mareo gentes y palidez de tuberculoso en mi cara.

a muerte estaba allí junto a la esquina y nadie me ayudaba.

Mordí los peces rojos y llegué como un muerto hasta mi casa.

                                                       VIII

Tres meses en las salas donde la muerte golpeaba la voz de los

       hombres.

Y vinieron los quirófanos con sus alas de humo.

La muerte golpeaba mi esqueleto,

mi cuerpo como un arpa sonaba a fiebre azul…

                 ¿Y la Poesía?

Arcángeles negros y azules llegaban.

La poesía llegó y el amor y un hijo a nuestra soledad.

                           Sigo escribiendo para el hombre

                           sobre la arena de las playas.

pág. 56

Documentación:

El Corno emplumado, issue 17, 1/1/1966 Pacheco en las paginas 53-57



Y en El Corno emplumado, issue 11, 7/1/1964 dos poemas de Manuel Pacheco

Manuel Pacheco

POEMA PARA MATAR A UNA NEGRA

Camareros y camareras negras,

servid rápidamente las bebidas a los muchachos de América.

No miréis el reloj,

agachad la cabeza y no perdáis el tiempo si los muchachos tienen sed.

Los plurales no importan donde hay gente que os quiere bajo tierra.

En Maryland, un tal William Zantzinger, de 24 años, en una alegre fiesta, plantador de tabaco y aristócrata, sintió el pobre una sed inmensa.

La negra era mas vieja,

podía ser la madre del joven tabaquero;

51 años de edad,

Hattie Carroll,

Oficio: Camarera, con once hijos paridos para América.

Y Hattie Carroll tuvo la triste suerte de no correr-relámpago, de no correr-gacela ni servir en cohete del espacio la bebida que William pidiera.

La fiesta aristocrática,

elegantemente honesta,

con muchachas blancas como el jazmín:

—quizá fueran cristianas—

la religión no importa si se lleva peinada la cabeza. Señoras respetables con canas respetables,

caballeros-levitas,

nobletones de U S A con cadenas de oro en las muñecas.

Y comenzó el tam tam encima de la negra,

William quizá pensó que era un tambor de piel y sonaría mejor que todas las orquestas.

Fusta que va y que viene con un vaivén de golpear esclavos;

látigo de leyenda que usaron sus abuelos,

y la negra murió como perro apaleado.

William quizá pensó: —Estas perras no aguantan.

Página 107

MANUEL PACHECO

quise tocar tam tam encima de ella

y la perra revienta como globo.

Pero, ¿estoy condenado?

¿Es posible en América límpidamente democrática echarme de seis meses la condena y no contento el Juez con este insulto multarme en unos cientos de dólares?

¿Podré recoger la cosecha antes de cumplir la condena?

El tabaco es de interés nacional y no podría abandonar mis riquísimas tierras.

El Juez ha cumplido con su ley de color

y no admite que le discutan la sentencia.

Judicialmente hablando la negra murió de flojera

y en la balanza de la justicia la piel blanca no pesa.


VERANO Y CEMENTERIO

Las esquinas del sol cortan la tarde

y un álamo de humo se eleva de la tierra aullando como perro.

La piel negra reluce y el aire queda seco rompiendo la acuarela de la tarde,

sólo la luz del féretro tiene un sonido azul de lluvia de pavana,

solo el carro corriendo en el asfalto ofrece realidad,

sólo la dulce y larga sombra de la muerta

atraviesa los muros del verano.

Sudan los curas sus canciones de alfileres negros

y la caja en la mesa inmoviliza el peso del invierno.

Con su polvo de arena quemada, la tierra se abre como boca de hambriento.

Golpea el polvo sucio del sudor y las azadas suenan con gemidos de cuero.

                       Han bajado la caja,

                       han tapado la luz del agujero,

                      han rezado los hombres bajo la sombra ocre de los arboles.

                                    Huele a fuego y Silencio.

Página, 108

Documentación:

El Corno emplumado, issue 11, 7/1/1964, páginas 108-108


 

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