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2021 06 21

Papers / Escritorio de Antonio Viudas Camarasa

APÉNDICE DOCUMENTAL A

PROSEMA EN FORMA DE EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS (1921-1930)

Por Antonio Viudas Camarasa

Académico de Número de la Real Academia

de Extremadura de las Letras y las Artes

DOCUMENTO NÚMERO 3

EL CASTICISMO Y EL BATURRISMO EN ARTE por José Mª. Salaverría. Periódico ABC, 22 de febrero de 1921

1923 José María Salaverría. Detalle del cuadro de Juan de Echevarría

Ataque de José María Salaverría a colorismo, el dadaísmo y el cubismo en pintura  y los casticistas, baturristas o brutalistas por usar «el lenguaje de los pastores y porquerizos, usando una ortografia figurada y difícil»  como instrumento creativo. Estos pintores y escritores son ingenuos en su despectivo e incisivo ensayo. Salaverría desprecia al vanguardista Victorio Macho, autor del dibujo de la portada, que plasmará la esencia del libro en el Monumento a Cajal en El Retiro madrileño presidiendo la diosa Minerva, diosa de la Inteligencia, acompañada de la Fuente de la Vida (Fons Vitae) y de  la fuente de la Muerte (Fons Mortis), que se sublima se sublima con Cajal presidiendo la Inteligencia eterna con el susurro del agua, sentado al estilo de los mausoleos etruscos de Villa Julia en Roma.

Sin duda con su artículo contribuyó a que la primera edición EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS publicada por Chamizo como autor editor e impresa en la imprenta de Juan Pueyo de origen andaluz, puesta a la venta el 31 de enero se agotara y que fuera acogida por el joven editor Alejandro Pueyo, hijo de aragonés Gregorio Pueyo, en su recién creada editorial de 1921.

El 1 de marzo de 1921, con las galeradas de la primera edición entintadas y vivas, maquetando el libro de forma distinta en el último pliego y añadiéndole los juicios críticos de ABC (de José Ortega Munilla con la carta de Antonio Maura, HOY  (De Vinardell) y La PENÍNSULA  (Anónimo)  de la primera edición se vendieron los primeros ejemplares de la segunda edición. Se desconoce el número de ejemplares tanto de la primera como de la segunda edición de 1921. El precio de cada ejemplar en la segunda edición era de 4 pesetas.

José María Salaverría pasó de ser un regeneracionista en su juventud a ser un incisivo ensayista nacionalista anhelando la llegada de un dictador. No es de extrañar que estuviera en contra del casticismo de las regiones de España y atacara a Luis Chamizo, sin haber leído ni entendido EL MIAJÓN DE LOS CASTÚOS porque Chamizo con el habla popular se convertía en la mejor voz del terruño, en lo castizo, en lo castúo frente al nacionalismo dictatorial que él defendió en plena primera guerra mundial. En relación a la defensa de las lengua minoritarias estaba en las antípoda de Luis Chamizo que convirtió el habla popular de lo machos castúos en instrumento literario propio creando una obra literaria artística. Del mismo modo que atacó el regeneracionismo de Costa porque regentaba el partido republicano despreció a los simbolistas coloristas, a los dadaístas y a los cubismos y negó a Pereda, Gabriel y Galán, Vicente Medina y quiso desprestigiar a Luis Chamizo por crear escribir un vigoroso libro en la «jerga popular» de sus castúos labradores.

SALAVERRÍA BUSCA A UN HOMBRE DICTADOR PARA ESPAÑA

«Y es lo cierto que España aguarda a su dictador desde hace años, desde hace siglos. Nos falta el capataz que coordine esta obra de nacionalización, puesto que son los capataces, desde el origen del mundo, los que facilitan la últil y buena consumación de las obras».

Cuatro años de una genial dictadura bastarían para darle a España un aspecto honorable. No se trata en nuestro caso de volver a la condición de gran potencia; ni podríamos, ni ha variado en balde la significación de los pueblos europeos. Pero un grado respetable y decoroso, una categoría de nación de segundo orden, un aprovechamiento de las caudalosas energías españolas, una organización seria de las fuentes intelectuales y dinámicas que existen verdaderamente en España, todo es posible, es deseable, es probable. Todo eso se logra con cuatro años de un inteligente y fuerte gobierno personal. Pongamos, pues, un quinquenio, como quería Maura.

 […] La corriente europea se dirige a buscar la dirección única, el gobierno de un hombre. Los aliados pugnan por encontrar la unidad que poseen, para su fortuna, los alemanes. Aquí los españoles hacemos reflexiones lacrimosas sobre la esterilidad parlamentaria. ¡Faltan hombres!, se grita; pero lo que falta en realidad es un hombre. ¡Falta un Gobierno!, y lo que falta es un dictador. ¡Vivimos bajo un poder personal!, y precisamente carecemos de un hombre personal. Si preguntamos al país, ese país que vive al margen de la politiquería, él nos responderá con sencilla convicción: Hace falta un hombre».  «Pesimismo y dictadura» por José María Salaverría  en El Tarraconense: Año V Número 206 – 1916 enero pag 9.

Documentación: Carlos Baena García de la Sociedad Científica de Mérida

EL CASTICISMO Y EL BATURRISMO EN ARTE por José Mª. Salaverría. Periódico ABC, 22 de febrero de 1921

El casticismo es una idea que preocupa considerablemente al hombre moderno, por cuanto casticismo significa aumento y afirmación de la personalidad, y es sabido cómo nuestra época persigue la personalidad hasta la angustia. A veces un artista consigue infundir a su casticismo un aliento tan poderoso y humano, que la obra de arte, nacida de un fondo particular, privado, se convierte en universal. La música noruega de Grieg, la germánica de Wágner y las novela rusas de Dostoyeusky y de Gorki nos servirán de ejemplo.

Pero otras veces el artista, por querer apurar el éxito del casticismo, exagera lo particular y pronuncia hasta el exceso los rasgos raciales, con lo cual logra, materialmente, ponerse de espaldas al mundo y cerrarse el camino a lo universal.

Este último procedimiento es el que sigue un poeta nuevo, llamado Luis Chamizo. Acaba de publicar un libro de versos. El libro anuncia a un vigoroso escritor , y lleva por título El miajón de los castúos. Parece que «castúo», en el habla vulgar extremeña, quiere decir castizo. Nos hallamos, pues, frente a un poeta ultra-castizante, de los que llevan su anhelo de lo particular hasta el punto de escribir en el lenguaje de los pastores y porquerizos, usando una ortografia figurada y difícil. Es el procedimiento que dio celebridad por una temporada a Vicente Medina, el de las elegías murcianas.

Es una lástima que el generoso empeño de producir una poesía simple, ingenua, campestre, no sea entre nosotros premiado con el éxito. Y es lamentable que ese sistema, que fracasa siempre, de buscar lo castizo y lo ingenuo por medio de una consciente brutalización de lo que por sí ya es tosco y rudo, siga malgastando las fuerzas de muchos ingenios españoles, contando entre estos a Pereda y Gabriel y Galán. Y es que en España, por culpa de lo que podríamos llamar el culto del baturrismo, no se concibe lo popular y lo racial sino en el sentido de áspero, bruto, cerril e inabordable. Este prejuicio hace decir al Sr. Chamizo:

«Y sus dirá tamién cómo palramos

los hijos d´estas tierras,

porqu ´icimos asina: jierro, jumo

y la jacha y el jigo y la jiguera».

Para acentuar todavía mejor la intensidad de casticismo cerril, o baturrismo, del volumen de versos, hay en la cubierta un dibujo que representa la cabeza de un hombre de campo, ceñudo, crespo, fosco, sucio e ininteligente. De manera que nos encontramos ante el caso de un discreto poeta nuevo, lleno de cualidades, el cual hace un uso pésimo de su inspiración por empeñarse en cultivar esa mala peste, del casticismo cerril o baturrismo. Tiene el libro composiciones, como la titulada «Nacencia», de una fuerte emoción, y al leerlas pensamos que es lástima que un noble intento no llegue al completo triunfo por haberse escogido mal el camino.

Porque muchos artistas comenten la equivocación de ir hacia la inocente y poética simplicidad del pueblo campesino a través de la ingenuidad. Es decir, buscan la expresión de lo ingenuo por conducto de la ingenuidad…, sin comprender que para la más honda y fuerte expresión de las ideas y las emociones se precisa el arte, y el arte nunca ha sido ni podrá ser jamás ingenuo.

En nuestros días ha adquirido la palabra ingenuidad un valor extraordinario entre los artistas. Como toda la civilización demasiado sabia, la nuestra, siente, al modo de las pecadoras algo machuchas, el gusto de lo ingenuo. El colorismo, el dadaísmo, el propio cubismo son manifiestaciones de esta aspiración por la ingenuidad. Paralelamente vemos a otros buscar la ingenuidad por conducto del casticismo cerril, del baturrismo. Uno y otro sistema no logran lo que pretenden. Los dadaístas y sus congéneres van a lo ingenuo a través de una cultura excesiva, y sobre todo, y sobre todo de un cansancio intelectual verdaderamente vicioso; en tanto que los casticistas, baturristas o brutalistas quieren ascender a la santa ingenuidad por el camino de la ignorancia y la rudeza tosca.

Llegar en arte a la expresión de lo ingenuo es una tarea de las más difíciles, por lo mismo que el arte es la negación de la ingenuidad…., con lo que el arte, que en principio es simulación, se complica enormemente. Hace falta el talento, la sensibilidad y la agudeza de un Francis Jammnes para conseguir el éxito. El éxito de Francis Jammes está en que oculta el truco a las miradas de todos, dando la impresión de que es un hombre sencillo, de alma campesina, que vive en la inocencia rural de su departamento bearnés, cuando, en efecto es una inteligencia refinada que sabe extraer de París lo que siempre guardan las metrópolis: cultura, penetración, sentido de los valores.

España es el país de los aromas. Es un país lleno de expresión, de matices ricos, de gestos, de alma. Sin embargo, ni el arte ni la literatura saben aprovechar esos tesoros. Nuestros literatos modernos, por lo general, cuando quieren ser populares, ingenuos y castizos, no logran pasar de inocentes, cuando no caen en la ordinariez. Pintores y escritores han creído que para expresar la ingenuidad y la conmovedora franqueza del pueblo y el campo no se necesita otra operación mental que la de ponerse a tono con el pueblo, subordinarse a la rudeza exterior del campo y transcribir, exagerándolas, sus tosquedades. Así saldremos nunca del funesto baturrismo.

Documentación:  Carlos Baena García de la Sociedad Científica de Mérida.

 

 

Documento número 4

Muñoz Palao. «Salaverría pesimista». Periódico Liberal del 18 de marzo de 1921.

Réplica de Muñoz Palao a José Mª Salaverría en «El casticismo y baturrismo en Arte»

El optimismo tiene sus peligros. Nos hace ver las cosas de color de rosa, y luego las cosas son negras. Sobreviene enotnces una depresión de la voluntad motriz.

Pero esto acontece a los espíritus débiles, que abundan por desgracia.

El optimismo es alentador. Todo cuanto se hae hecho en el mundo lo ha el optimismo. Ante una ilusicón perdida, surge otra. Ante un optimismo destrozado por la realidad, surge otro alentador.

El pesimismo lo nieg atodo: es la desconfianza, es la inseguridad, es la inercia, es anticipar la muerte. El pesimismo mata la fe; la fe humana y la divina.

Salaverría es un escritor brillante. Yo por sus escritos lo juggo un hombre bueno. Hace años leía sus escritos en «ABC» con gran placer, porque eran unos escritos alentadores.

Pero desde hace tiempo, Salaverría se ha vuelto pesimista. Ya no leo sus escritos. Leo algunos, porque me atrae la limpia prosa del escritor, su cultura, su fondo honrado.

Y me pregunto a menudo: ¿Qué cambio se ha operado en el espíritu de Salaverría? ¿Qué velo de negrura se ha interpuesto entre su cerebro y la realidad de la vida? ¿Por qué los rayos limpios del solo no llegan aya la su poderosa retina de vasco?

Hace aproximadamente un mes que Salaverría criticaba agriamente el libro de Luis chamizo «El Miajón de los Castúos»; lo censuraba porque está escrito en el lenguaje, con los giros, con las expresiones propias de los extremeños que viven en los campos de montañas.

Y al censurar a Chamizo, censuraba de paso a Vicente Medina, a Gabriel y Galán, a Pereda…

¿Es que Salaverría no sabe que las grandes ures son un conglomeado de los campos?

Cierto que en las grandes urbes los sentimientos está más afinados, lasideas son más sutiles, el cerebro y le corazón está más desenvueltos. Pero por lo mismo uq esto acontece, están más próximos a la degenración.

La ciudad obsorbe y agota. El campo produce y fructifica.

La ciudad es hechudra de los hombres. El campo, el río, la montaña, es hechura de la naturaleza.

Nosotros somos hijos de la naturaleza, somo un producto de la naturaleza, en ella nos desenvolvemos.

Todo cuanto la ciudad consume, en productos, en ideas, en sentimientos, tiene que acudir el campo a reponerlo.

A poco que ahondemos en la genalogía de todo hombre «fuerte», encontraremos siempre a unos ascendientes que vivieron en contacto con la naturaleza.

Luis Chamizo nos muestra en su libro las firmes ideas, los altos sentimientos, los nobles propósitos de los hombre que, viviendo en los campos, forjan los cimientos de las patrias, y sostienen limpio el manantial que abastece a las ciudades.

En la montaña y en el llano, junto a la ribera o sobre la loma, el hombre que todos los días saluda al sol junamente con el canto de la alondra, yu lo despide a la tarde melancólica cuando trina el ruiseñor; el que durante el día labra la tierra, gúia el árbo, apacenta el cordero a la noche cuentra siempre las estrellas escuhando a los grillos; el que en un amplio horizonte ve partirse las nuves sobre su cabeza, y siente después cóm moja sus pies el rorrente impetuoso que brama por los barrancos; ese hombre esel depositario del alma de las razas, y a él acudeen todas las civilizaciones cuando ven fracasados sus intentos.

El sentimiento, la poesía, el alma de este hombres lo que presenta luis Chamizo en su libro, y Salaverría lo censura llmándole «baturrismo». ¿Cómo querrá Salaverría que hablen los hombres que luchan con las rocas, con los torrentes, con los lobos y con las águilas?

Y bien vistom, el habla de estos hombres está más en armonía con la realidad de las cosas: su fonética es más exacta que la que presenta en sus libros la Real Academia de la Lengua. «Jierro» es una expresión más excta que «hierro».

Ahora, recientemente, en otro artículo en «ABC», Salaverría nos habla de Costa, del « Hombre Gesto»; y con su palabra elegante, consu pensamiento sutil, nos expone una porción de frases filosóficas e históricas, atinadas, muy convincentes como genralizaciones.

Pero en resumen, el artículo de Salalverría va encaminado a quitar importancia a Costa, a su obra, a su política. Se extraña y el que se «infle» al polígrafo, y de que España quiera levantarle un monumneto en el Moncayo.

Nosotros no vamos a discutir ni a analizar la obra de Costa; pero, con toda modestia, nos permitimos decir a Salaverría que a lo que España quiere levantar un monumneto es a la idea, a su senitr, a su deseo, que hoy sinteriza en Costa, porque Costa sinterizó en sus escritos y discursos una aspiración nacional.

Costa a hecho resurgir en la nación ideas y propósitos que en los tiempos de buena marcha político-administrativa se ponían en práctica.

Son estos, impulsar las energías nacionales en todos los órdenes: en el orden social, en el orden económico, en el orden moral.

Desenvolver la riqueza inerior de España, que es grande la tenemos abandonada. España quiere ser grande, porque tiene derecho a serlo por su posición geográfica, por su suelo, por su cielo y por sus hombres.

Sea costa, sea Ganiver, sea a Floridablanca. Lo de menos es el hombre: lo importante es la idea, es el propósito.

España siente hoy un anhelo, una aspiración, y el monumneto es el lugar de ctia donde han de concurrir las voluntades y los corazones. Ir contra él, por el detalle del nombre o del lugar, es perjudicr a la noble idea, al redentor aliento. Que se haga el monumento en el Moncayo, frea a Aragón, en cuyo centro se eleva la columna a Lanuza, con la esfera arriba, que tiene escrito en su ecuador «Justica, Ley Suprema».

Y en Castilla otro monumento a Los Comuneros, que fueron muertos por aquel Rey que desvió a nuestra Patria de sus verdaderos destinos.

Y si queremos completar la obra, hagamos otro monumento grandioso en Sierra Nevada a la Reina Isabel, que en el sentir y en el obrar es la cumbre de la nacionalidad española. MUÑOZ PALAO. 17 de Marzo 1921.

Documentación: Carlos Baena García de la Sociedad Científica de Mérida.

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