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20190119
DEL KEMPIS A SAN SEBASTIÁN. PEREGRINO DE OJOS CANSADOS

Por Antonio Viudas Camarasa

Desde que he vuelto del Algarve pasan los fríos de invierno con ilusión sustituta.

En mi peregrinaje de senderismo de hospital he visitado a mi oftalmólogo que cuida mi vista cansada.

Entre preparar mi futura misión de profesor titular en función de sustituto del sustituto y mi visita concertada hace seis meses al oculista pasa mi calendario.

Juego con la palabra ojólogo, el ángel que cuida mis ojos.

Llego a las once y media al centro quirúrgico y salgo a las tres de la clínica.

EVIDENCIA CIENTÍFICA Y OJO CLÍNICO

Me hacen pruebas antes de la visita al ojólogo.
Mi ojo izquierdo sigue medio sano, pero el derecho no acierta en lo que tiene que ver.

Paso al especialista a las dos horas de estar escuchando en la sala de espera la música que le gusta a mi sobrina a la que he bautizado con el nuevo nombre de «La enfermera de las botas negras». La música calma mi ansiedad.

Pienso en que hay dos posibilidades. Una vuelva usted dentro de seis meses otra prepárese para caer en mis manos. Por fin oigo por megafonía: «Antonio, pase al consultorio 3». Siéntese en el sillón don Antonio y espere.

Espero veinte minutos. El doctor está muy documentado. Tiene evidencia científica y ojo clínico. Su ojo derecho está a punto de caramelo. Si esperamos más se puede endurecer la catarata y aumentar la pérdida de visión y estrenar lentes muy a menudo.

Usted, Antonio, debe decidir si intervengo quirúrgicamente u optamos por ir cambiando de gafas una y otra vez.

Le expongo que acabo de estrenar mi nueva condición de… profesor titular en función de… y no da crédito a lo que le cuento sobre lo decidido por el mando unipersonal de mi departamento.

Le digo que tengo una misión que cumplir en mi frente universitario: enseñar en el máster español para inmigrantes, análisis del discurso a graduandos en Filología Hispánica y la comunicación oral y escrita en relación con los enfermos a los graduandos en Enfermería.

Antonio, mi misión es cuidar de su salud y en tres meses le aconsejo que opere su catarata. Usted decide.

PORCULEROS EN MUERDE LA PASTA

Me llevan a comer a Muerde la pasta. Espero en una cola de media hora.

Me saluda un antiguo colega. Me habla de cuando hace años decidió abandonar la enseñanza universitaria y jubilarse y vivir la vida.

Le comento que he decidido desde los sesenta seguir con las botas puestas. He superado dos hombros dolorosos y un aislamiento profesional con pleito judicial ganado a mi favor y he vencido a la maga bruja vesícula que me ha vuelto a la jungla.

Con una sonrisa en los labios me dice una palabra nueva cuyo significado desconozco. Es la voz «porculeros» referida a los integrantes de grupos sociales donde unos pocos generan problemas de convivencia.

Le cuento mi éxito de pleitesía y se le ve que me envidia porque en mí siempre triunfa la alegría frente a la tristeza y me hace recordar la frase que siempre me repetía mi primo José María cuando me estaba labrando mi futuro:

Antonio, tú siempre te creces ante las dificultades.

Ahora a la labor de preparar y dar clase –porque soy de los que van a clase y dan clase con nuevas tecnologías e ideas nuevas ante lo que leo y nunca he dado la misma clase ni tengo apuntes ni manuales propios ni de amigos para recomendar a los alumnos– debo afrontar en tres meses mi operación de la catarata de mi ojo derecho por evidencia científica constatada y diagnóstico de oftalmólogo de reconocida profesionalidad y ciencia.

Comí mis pastas italianas y mi dosis vegana. Me despedí de mi colega y familia que le acompañaba y les conté las múltiples pruebas a las que fui sometido cuando le dije al doctor que acataba su veredicto y lo que mi bruja vesícula designe.

OBEDIENCIA CIEGA A MI BRUJA VESÍCULA

A la bruja vesícula le debo obediencia ciega. Ella siempre sabe lo que hace y siempre lleva razón, excepto cuando se equivoca, pero nunca se equivoca.

Horizonte despejado y hoja de ruta clara. Cumpliré setenta años. Daré las clases de mi sustituto y seré sometido a una nueva operación quirúrgica tras la evidencia científica analizada con muy buen ojo clínico por un profesional expertísimo y el visto bueno de mi maga bruja vesícula.

Apuesto por el futuro porque estoy contento, alegre, tengo buen humor y olvido las penas. Me preparo para el Carnaval siempre alegre y contento y mañana 20 de enero con los donostiarras celebraré San Sebastián y me solazaré viéndolos cantar y bailar.

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