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2017 06 08. Antonio Viudas Camarasa

La opinión de Santiago Ramón y Cajal sobre el desastre en Cuba y Filipinas

 

 

 

Lo que dice el doctor Cajal

 

La conferencia «Cajal visto 100 años después de la crisis de 1917» (Cándido Vicente Calle y Antonio Viudas Camarasa)  del pasado día 2 de junio de 2017, surgió de unas intervenciones en el foro digital de la Sociedad Científica de Mérida acerca de la ciudad de Barcelona.

El 17/2/17, 21:01 intervengo en el foro digital: «El problema de Barcelona, decía Cajal, era que se había quedado sin el comercio de las colonias después del desastre de 98. Creo que es una idea bastante acertada. La economía con el resto de España no le ha sido suficiente para resolver su propio problema económico. Es una asignatura pendiente. El turismo no puede ser su panacea. El epicentro cultural de la Península Ibérica ya no es Barcelona».

El 20/2/17, 8:24  añado: “Además de la regeneración científica es necesaria la regeneración social. Los tiempos de Cajal muy similares a los de hoy, salvando las distancias. Leed y luego opinemos. Buenos días y fructífera semana para todos y enlazo con SANTIAGO RAMÓN Y CAJAL. La Tenacidad de un Sabio que hizo Escuela.

Se suma al foro desde Suecia el 20/2/17, 16:47 Martín Martínez Riqué: “Gracias Antonio. Buena lectura. Desearía contribuir con las propias palabras de Ramón y Cajal.  Podemos leer aquí lo que pensaba él sobre las causas del desastre: Lo que dice el doctor Cajal 1898/10/28. La vanguardia, Página 4.-28 Octubre 1898.

Hoy, 8 de junio selecciono estas citas de Santiago Ramón y Cajal en ese artículo que me ofreció gentilmente Martín Martínez Riqué:

 

 

HABLA EL PAÍS

Lo que dice el doctor Cajal

[Entradilla de La Vanguardia]

«Prosiguiendo nuestra tarea de dar á conocer lo que piensan, sobre la situación de ruina en que ha caído España, los hombres más eminentes de nuestra ciencia, publicamos hoy las opiniones del doctor don Santiago Ramón y Cajal, catedrático de Histología é Histoquimia normales,  cuyos méritos insignes están tan probados, que fueron los primeros los extranjeros en descubrirlos y en estimarlos.

Los descubrimientos científicos del doctor Cajal son de los que sirven de examen y punto de partida a los sabios de Europa. Por él, como por otros, muy pocos pensadores españoles—se advierte en el mundo civilizado que aun existe un país que tuvo en otros tiempos felices—hombres respetados y admirados en todos los ramos de la actividad humana.

El doctor Cajal une á todos sus grandes títulos, el haber servido y peleado como médico militar en Cuba durante la pasada guerra de los diez años. Oigámosle:

 

[Texto de Santiago Ramón y Cajal]

[La lucha separatista, la República americana y la impericia de las clases directoras]

“En las discusiones motivadas por los de­sastres de la guerra funesta é imposible, sostenida por España con los Estados Unidos, se han involucrado tres cuestiones totalmente diversas: la lucha separatista; la intervención de la República americana, y la impericia política, guerrera y administrativa de nuestras clases directoras, á las cuales atribuyen muchos nuestra actual decadencia.

No hemos aprendido nada en las enseñan­zas de las pasadas guerras. No hemos sabido evitar el choque con la gran República ameri­cana. Nuestros políticos, en vez de alejar todo lo posible dicha intervención, reduciendo la guerra á una de esas dolencias nacionales, que se repiten cada veinte años y que duran invariablemente de siete á diez—prueba de que hay algo permanente que causa la croni­cidad de nuestras contiendas civiles—lucié­ronla inevitable con sus terribles desaciertos…»

[Primer error: Nefasta estrategia militar en Cuba y Filipinas]

“Primer error: Enviar a Cuba, en vez de 50.000 hombres bien equipados y alimentados, 200.000 soldados, en su mayor parte bisoños, y cuyo sostenimiento en un país donde la vida es carísima, debía agotar rápidamente los recursos económicos de la nación. ¡Y todo para perseguir 20.000 insurrectos a lo más! Cuando el enemigo no desea combatir y vive además refugiado en un territorio sin carreteras, ferrocarriles, ni población, emboscado en una manigua impenetrable, tan inútiles son para los efectos de la victoria inmediata cincuenta mil como doscientos mil soldados.

La guerra no termina en tales condiciones por las armas, sino por la política. Además, todos los que hemos estado en Cuba sabemos que el clima mortífero de las Antillas, en triste complicidad con la nuestra pésima administración, es decir, con el hambre, los atrasos en las pagas, el desbarajuste con la distribución y movimiento de las columnas — cosas todas absolutamente inevitables en los ejércitos de Cuba ó Filipinas– habrían de reducir aquel contingente al año á cien mil soldados, y á los dos años á cincuenta mil, poblando los hospitales y hasta los pueblos y aldeas, de tísicos, palúdicos y anémicos.

Finalmente, esta enorme desproporción de fuerzas entre la insurrección y nuestro ejército, tenía todavía dos graves inconvenientes: dar á la guerra cubana una importancia enorme, haciendo suponer á los americanos qué el país en masa se había alzado contra España, cosa peligrosísima en presencia de la codicia norteamericana, y colocar á España en el amarguísimo trance de entregar rendidos por hambre, casi sin lucha, á 150.000 hombres, una vez entablada la pelea con los Estados Unidos y en el caso harto probable de que nuestra escuadra fuese destruida por la yankee».

[Segundo error: la destitución de Martínez Campos]

«Segundo error: La destitución de Martínez Campos y su reemplazo por Weyler. El primero, cualesquiera que fuesen sus éxitos guerreros, representaba en Cuba el espíritu noble y generoso de España, siempre dispuesto á una transacción honrosa en obsequio de la paz. Fue lástima grande que Cánovas no le autorizara para establecer la autonomía. Sus prendas personales, tan simpáticas á los cubanos como á los Estados Unidos, su horror á la inútil efusión de sangre, su repugnancia á una guerra de exterminio que no resuelve nada, puesto que disminuye por igual las vidas en ambos ejércitos, permitíanle por una parte contener la codicia yankee, evitando pretextos de intervención, y por otra dábanle facilidades para calmar en Cuba el odio á España y las malas pasiones de los insurrectos».

 

[Tercer error: Nombramiento del general Weyler]

«Tercer error: Nombramiento del general Weyler, por imposición de una parte de la prensa que ansiaba éxitos ruidosos, aun comprados á costa de raudales-de sangre cubana.

Esta fue enorme falta política, pues con razón ó sin ella, Weyler tenía triste fama de cruel y debía ser recibido con profunda antipatía por la República americana. Esta buscaba un pretexto para intervenir y el pretexto no podía ser otro que evitar el inútil derramamiento de sangre, alardeando de esos deberes de humanidad en cuyo nombre se ha consumado muchas veces la expoliación de los pueblos débiles.la insurrección y con hostilidad manifiesta».

 

[Cuarto error: No abandonr la isla de Cuba]

«Cuarto error: Sabiendo el Gobierno que la guerra se aproximaba, ¿cómo no propuso el abandono de la isla de Cuba? El Gobierno debía saber que nuestro ejército estaba enfermo, agotado por una lacha estéril y por toda clase de privaciones, é incapaz de luchar con un ejército robusto, bien alimentado y recién llegado de su patria. Debía saber también que nuestros barcos no eran suficientes para forzar el bloqueo de la isla y que nuestra ruina era inevitable. Y, sin embargo, nuestro Gobierno, temeroso, sin duda, de un motín en las calles, no se atrevió á hablar al país del  abandono de Cuba.

La mayoría del país, todo lo que en él había de sensato, no quiso nunca la guerra con los Estados Unidos. A ella fuimos arrastrados por los indoctos y por los delirantes. ¿Es que se le podía ocultar á nadie que pensase un poco, en presencia de los datos de la realidad, que era físicamente imposible que triunfásemos? El valor es una condición de la salud y tiene por compañera á la esperanza. Y el soldado estaba enfermo, hambriento, fatigado, ansioso solamente de descanso. No tenía esperanza, no podía tenerla, porque había sido enviado á combatir por tiempo indefinido, sin saber cuándo concluiría la guerra, y su único anhelo era acabar pronto y de cualquier manera.

El valor y el honor son cosas muy relativas, y que en general no deben pedirse sino á la robustez, á la seguridad de que detrás del soldado hay una patria próvida, fuerte, rica, que vela por él».

 

[Remedios]

Remedios hay contra todos esos males, sobre todo, buscándolos en las cualidades y virtudes enteramente contrarias á las que gratuitamente se han supuesto salvadoras de nuestra raza.

 [Renunciar al matonismo]

«Remedios son: Renunciar para siempre á nuestro matonismo, á nuestra creencia de que somos la nación más guerrera del mundo. Re­nunciar también á nuestra ilusión de tomar por progreso real lo que no es más que un re­flejo de la civilización extranjera; de creer que tenemos estadistas, literatos, científicos y militares, cuando, salvo tal cual excepción, no tenemos más que casi estadistas, casi lite­ratos, casi sabios y casi militares».

La civilización no consiste, como aquí suponen muchos, en adoptar más ó menos fielmente los inventos del extranjero, sino en impulsar la ciencia y el arte, mediante trabajos absolutamente originales”.

[La raza latina es indisciplinada, novelera, fanfarrona, indócil]

“Prescindir de la ilusión de creer que la raza latina debe gobernarse como la sajona y someterse á las mismas leyes y métodos polí­ticos. La raza latina, y particularmente la hispana, es muy poco apropiada para el ejer­cicio de las libertades modernas: indisciplina­da, novelera, fanfarrona, indócil, su carencia casi absoluta de sentido político la condena á una tutoría constante. Es preciso obligarla al respeto del derecho de los demás y al aban­dono de los groseros egoísmos que la desga­rran con el freno de la más estrecha responsa­bilidad.

Se necesita volver a escribir la Historia de España para limpiarla de todas esas exa­geraciones con que se agiganta á los ojos del niño el valor y la virtud de su raza. Mala manera de preparar a la juventud al engrande­cimiento de su patria, es pintarle ésta como una nación de héroes, de sabios y de artistas insuperables»

[Sabio el que descubre verdades o hechos nuevos]

“Renunciar para siempre al empleo de esos adjetivos encomiásticos, que agotando la es­cala del encarecimiento no dan lugar á distin­guir entre lo mediano y lo bueno. En adelante llamemos ilustre estadista al que alcance éxitos internacionales positivos, y no al que sólo contó fracasos en su carrera; sabio al que  descubre verdades ó hechos nuevos, y no al erudito ó cultivador del dilettantismo científi­co ó literario; ingeniero profundo al que ima­gina una máquina nueva y útil, ó halla una aplicación industrial original de principios científicos conocidos; general ilustre y vale­roso, al que gane batallas dificultosas, y no al que pierde lasque se debieron ganar, so pre­texto de que se perdieron con honra».

[La media ciencia es una de las causas de nuestra ruina]

«Transformar la enseñanza científica, lite­raria é industrial, o aumentando, como aho­ra está de moda, el número de signaturas, sino enseñando de verdad y prácticamente las que tenemos. Bajo este aspecto habría que decir de nosotros cosas atroces. La media ciencia es, sin disputa, una de las causas más poderosas de nuestra ruina. A la hora de ma­nejar los cañones no les han faltado a nues­tros artilleros conocimientos matemáticos, si­ no la práctica de dar en el blanco. Digo lo mismo de médicos, físicos, químicos y natu­ralistas; todos son doctísimos, pero pocos saben aplicar su ciencia á las necesidades de la vida, y rarísimos los que dominan los méto­dos de investigación hasta el punto de hacer descubrimientos»

[Crear ciencia original que da como fruto el bienestar para la actividad humana]

«Hay que crear ciencia original en todos los órdenes del pensamiento; filosofía, mate­máticas, química, física, biología, sociología, etcétera. Tras la ciencia original vendrá la aplicación industrial de los principios científicos, pues siempre brota al lado del hecho mismo la explotación del mismo, es decir al aumento y a la comodidad de la vida. Al fin, el triunfo de la ciencia aplicada a todos los órdenes de la actividad humana, es la riqueza, el bienestar, el aumento de la población y la fuerza militar y política.

¿Pero cómo se logrará la creación en España de ciencia original y de sus fecundas aplicaciones? Largo sería de exponer: aquí apuntaremos tan sólo algunas ideas.

Desviar hacia la Instrucción Pública la mayor parte de ese presupuesto, hoy infructuosamente gastado en Guerra y Marina. Con sólo que España entera gastara lo que consagra París á la enseñanza, daríase un gran paso en el camino de nuestra regeneración, pues sabido es que los hombres de ciencia superiores no se producen en gran número, sino en las naciones cuyo nivel medio de instrucción es relativamente elevado, y este nivel sólo se logra obligando, suceda lo que quiera, al egoísmo de los padres á aceptar la enseñanza obligatoria, literaria y científica, en sus grados ínfimos.

Traer á peso de oro del extranjero sabios insignes avezados á la investigación original [Texto truncado]

 

NOTA AL MARGEN. NOTICIA SOBRE EL MUSEO CAJAL

La Vanguardia, jueves 20 de diciembre 1946

“Se inaugura el Museo «Ramón y Cajal»

Madrid, 19. —Se inaugura el Museo «Ramón y Cajal» Madrid, 19. — El Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha rendido un homenaje al sabio histólogo don Ramón y Cajal, con la inauguración, en el Instituto que lleva su nombre, del «Museo Cajal». Este Museo ha sido instalado en el segundo piso del magnífico edificio que alberga el Instituto, en el recinto de parque del Retiro, de Madrid y ocupa varias salas que contienen los diversos aparatos científicos y personales que  pertenecieron al sabio, tales como instrumentos de laboratorio que utilizó en sus investigaciones, ejemplares valiosos de sus publicaciones, cartas, títulos, insignias, condecoraciones, la toga de doctor y las gafas que usó Cajal”.

 

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