2021 0121
Escritorio / Papers de Antonio Viudas Camarasa
La espigadora: Galán, Chamizo y Millet
Antonio Viudas Camarasa
[21/1 21:48] Antonio: https://dialectus.es/la-espigadora-galan-chamizo-y-millet/ [22/1 10:43]MECEDORA HABLADORA
- te invita a reflexionar sobre el movimiento campesino reflejado en la pintura de Millet 1857 y El miajón de los castúos 1921 en conexión anterior con otros autores como Van Gogh y Gabriel y Galán y posterior con Dalí, Buñuel y en el campesinado manchego de la canción de Las espigadoras o Segadoras 1930 de la Zarzuela La rosa del azafrán del maestro Jacinto Guerrero, adaptación de El perro del hortelano de Lope de Vega.
- El regionalismo manchego de Jacinto Guerrero es posterior en nueve años al regionalismo social de Luis Chamizo, expresado en 1921 en El Miajón de los castúos que enseguida divulgó en edición clandestina circa 1925 el socialista argentino Antonio Zamora en su editorial popular Claridad y se divulgó en toda Sudamérica esta singular obra siempre mejor valorada fuera de Extremadura que por la propia región, que nunca ha sabido apreciar el justo mérito que otros muy lejos de ella han encontrado.
De la espigadora honrada y admirada por Gabriel y Galán a la espigadora esposa del campusino castúo de Luis Chamizo.
El estatismo del maestro Galán es superado por la actividad escénica de Chamizo.
De Las espigadoras 1857 de Millet a la acción reivindicativa de la espigadora castúa de Luis Chamizo.
Millet influyó en Buñuel en cine y en Van Goh y Dalí en pintura.
LA ESPIGADORA
José María Gabriel y Galán
¿Vas a espigar, Isabel?
¡Cuánto siento, criatura,
que bese el sol esa piel
que tiene jugo y frescura
de pétalos de clavel!
Sé que espigar necesitas,
porque, aunque al sol te marchitas,
no es bueno que huelgue y duerma
quien tiene cuatro hermanitas
y tiene a su madre enferma.
Mas díganme humanos ojos
si te hizo Naturaleza
para que en estos rastrojos,
hieran tus pies los abrojos
y abrase el sol tu cabeza.
Entre pintados cristales
de alcázares ideales
hay cien reinas poderosas…
¡Para la más bellas cosas
no tiene el mundo fanales!
Isabel: no puedo amar;
no puedo abrirte la puerta
de mi pecho y de mi hogar,
porque a otra Isabel, ya muerta,
se los juré consagrar.
Y eres tan bella, Isabel,
que tengo duda cruel
de si serás sombra bella
de aquella eclipsada estrella
que viene a ver si soy fiel.
Lo digo por tus miradas,
que parecen oleadas
del piélago de la gloria
y no pobres llamaradas
de bella mortal escoria;
lo digo porque me suena
tu voz a salmo cristiano:
lo digo porque eres buena,
porque eres casta y serena
como noche de verano.
¡Isabel: no puedo amar!
Dios sabe que si pudiera
partir contigo mi hogar
ahora mismo te dijera:
—No vayas, niña, a espigar,
que cerca de ese desierto
tengo una casa y un huerto
que entolda un viejo parral
donde estarás a cubierto
del beso de mi rival,
y si espigar necesitas…,
¡descanse mi reina y duerma!,
que está en mis trojes benditas
el pan de tus hermanitas
y el pan de tu madre enferma.
Mas ni estas puras y sanas
consolaciones cristianas
puedo pedir al amor…,
¡dijeran lenguas villanas
que andaba en ello tu honor!
Vete a espigar, moza mía,
que si el mundo fuese honrado,
como tu honor merecía,
contigo a espigar iría
quien sabe lo que es sagrado;
contigo se fuera, hermosa,
por el desierto ardoroso,
quien tiene por cierta cosa
que nadie mancha una rosa
si no es un reptil baboso.
En el rincón de ese ardiente
desierto que el sol calcina
tengo yo un prado riente
con una pomposa encina
y una purísima fuente;
y bajo el palio frondoso
que apaga el fuego del cielo,
yo te dejara gozoso
oyendo el decir copioso
del agua del regatuelo,
y yo, afrontando fatigas
bajo ese cielo que arde,
diera envidia a las hormigas
para llevarte a la tarde
rubias manadas de espigas.
¡No puedo, sol de mis ojos!
Tendrás que ir sola, Isabel,
para que en esos rastrojos
hieran tus pies los abrojos
y el sol mancille tu piel.
Tendré que verte a la vuelta,
cuando a tu pobre hogar vayas,
la trenza del jubón suelta,
rotas las pulidas sayas,
la cabellera revuelta,
con polvo y sudor pegado
sobre las sienes el pelo
y hundido el seno abultado,
y el alto dorso encorvado,
y el casto mirar al suelo.
Y fuerza será que vea
cómo el sol de los rastrojos
tu piel de rosa broncea
y cómo escalda y orea
tus húmedos labios rojos.
Mas vete sola, Isabel,
que, aunque me cause dolor
que el sol mancille tu piel,
es más injusto y crüel
que el mundo empañe tu honor.
Mejor que un decir artero
mil veces llorar prefiero
bellezas que el sol se lleve…
¡Virgen de bronce te quiero
mejor que Venus de nieve!
Poesía Recitada -Tomás Galindo-
Las espigadoras de Millet
Florian Yubero Cañas
Canción de Las espigadoras, canción de la zarzuela La rosa del azafrán
Maestro Jacinto Guerrero