2020 12 16 8:33h Antonio Viudas Camarasa en www.dialectus.es
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Cuaderno de lectura OBRAS DE
“Manuel Pacheco en Cáceres 16N 2020”
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Edición digital y notas de
Antonio Viudas Camarasa
Selección de textos coordinada por
Antonia Cerrato Martín-Romo
Extremadura (España)
2020
Maratón literario
Homenaje MANUEL PACHECO CONEJO
19:00h. 16D 2020
CÁCERES: Palacio de los Golfines de Abajo Cuesta del Marqués
Presenta:
- Antonia Cerrato Martín-Romo
Colaboran:
- Biblioteca Municipal de Cáceres
- Fundación Tatiana P. de Guzmán el Bueno
- Comité Científico y Técnico Manuel Pacheco 2020
- Asociación Migas
INTERVINIENTES LECTORES DE LA
OBRA DE
MANUEL PACHECO CONEJO
Alberto Navalón Mateos
Lee:
LA HORA BLANCA
A la novia de azucena
Cuando el brillar del cielo
encendía los marfiles en el azul perfecto,
el nardo ocultaba
el fracaso del vidrio hecho murmullo,
las curvas heridas del silencio 5
pedían gasas de luna a su moreno,
el amor concreto bordaba
en la blancura sagradas amapolas,
sus labios aromaban la noche de plegarias
y su cuerpo era Ausencia de mis manos: 10
la muerte me soñaba.
No quería ser lágrima del camino
pisado por las nubes sin cielo,
no quería ser nieve, ni los verdes cuchillos
que rasgan el silencio de los campos sin nadie, 15
ni ser letra grabada en mineral blancura.
- Manuel Pacheco: LA HORA BLANCA, Ausencia de mis manos.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 12.
Antonia Cerrato Martín-Romo
Lee:
Poema para el nombre del camino
Los monjes del camino
con sus libros de pájaros.
Olivenza en el aire de la tarde,
allí nació mi luna,
mi lira y mi manzano 5
para el arpa del llanto.
El coche está corriendo
como si fuera un barco
y el agua azul de Extremadura
hace un nido en mi mano 10
para que yo la sienta
como un árbol.
La Atalaya me mira
las encinas se llenan de milagro
y la brisa golpea dulcemente 15
mi corazón cansado.
La ciudad se ha perdido,
las nubes, torreones del espacio,
ponen en el palacio de las alas,
un mundo sin asfalto. 20
Sigue el aire tibio
dulcemente sonámbulo,
rozando las encinas que saludan
la libertad del campo.
¡Qué bandera de Dios en mis pupilas! 25
Tengo un nombre en las manos.
II
Tengo un nombre, crepúsculo.
Tu camino es un ala
Donde la luz del trigo
escribe soledad en nuestra marcha. 30
El auto es un velero
que roza las espigas sin troncharlas.
¡Qué mar de pan soñado en el silencio!
¡Qué violines sonando en la distancia,
escribiendo en las páginas del cielo 35
un cuento de amapolas deshojadas!
El arpa de las tórtolas,
la longitud del agua
y el cáliz del tomillo
mojándonos la cara. 40
Tengo un nombre de pájaro
Para cantar tu marcha
Y una lumbre de estrella en las pupilas
para mirar la tarde que se muere
con velos de colmena en la mirada. 45
Tengo un nombre de río
para mojar mi alma.
- Manuel Pacheco: Poema para el nombre del camino, Ausencia de mis manos.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 119.
Nota a pie de página de AVC. Nota 19, pág. 122. Primera versión publicada en Alor. Hojas de poesía, números 26-27, julio de 1954, s. p., donde se anota “Talanquera (Cheles) 10 de mayo de 1954”. 1ª edic., 1954, págs. 122-124.
Carlos Domínguez Tristancho
Lee:
Canto al guadiana
Cuando las amapolas
se comen los tejados
salgo de mi casa.
Tu piel es como un libro
Cuando se lee en la cama. 5
Tu piel de paño líquido,
de sábana de fuente liberada,
de hamaca azul con gotas de rocío
para dormir el sueño de las aguas.
Tu piel de barca y alga consumida 10
por uñas de lágrima de laca,
tu piel de sexo nieve diluido
en meses de cortinas enfangadas.
Tu boca como un beso,
tu boca de nenúfar venenoso 15
abierto al navegante
que muerde tu garganta.
Tu boca como beso de ortigas
que pone cinturones de agua verde
al hombre que confía en tus palabras. 20
Tus pechos adheridos
al liquen de frías madrugadas,
poniendo los pezones de surtidor herido,
pudriendo la boca de agua amarga.
Tus caderas de limo 25
lentamente resbalan
y floran mojando nuestros muslos
de azucena manchada.
Tu vientre de oro verde,
congestionado y malva, 30
con pinzas de cangrejos
para morder el alma.
Tus cabellos de fibra de mercurio,
tu palabra de nana.
Porque te quiero entera 35
te digo estas palabras.
Amante de mis tardes encendidas
cuando el lirio del sol es una llama.
Amante de mi boca.
Amante de mis huesos 40
y piel saturada de lagrimones turbios.
Amante de mis muslos
que aprietan tus caderas.
Amante de mi boca
que sumerge los dientes 45
En tu fresca garganta
Para comer blancor de nieve luna
y apaciguar mi frente con manos de hada.
Porque te quiero entera
te digo estas palabras. 50
- Manuel Pacheco: CANTO AL GUADIANA, Ausencia de mis manos.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 127.
Carmen Barrantes Vinagre
Lee:
Oda a Ortega Muñoz
El labriego se alza como estatua seca,
como árbol de barro sobre la oscura tierra.
El cierzo, la lluvia, el hambre lo ha lamido,
el sol ha convertido en cuero triste
el agua azul de su cabeza. 5
Tu paisaje vibra, te has olvidado
de todas las leyendas,
has cogido raíces y has pintado con ellas.
No te importa la gente,
la gente no comprende tu expresiva belleza, 10
tiene miedo de tus crudos paisajes
y quiere un árbol dulce
con blancos ruiseñores y tibias primaveras.
Tú estás y ése es tu árbol,
esa mujer que sube la escalera 15
y pinta el cansancio de los pueblos
en su cara extremeña;
esos burros nerviosos con las orejas tiesas
esperando que quiten de sus trotes
la fría detención de la cancela; 20
ese niño de agrio membrillo
entumecido por la tristeza
que resbala en su cara como agua
cansada de llover sobre las tejas.
Esa silla que ya Van Gogh pintara 25
Pero que estás en ella,
metida en sus bayones tu entraña
y tu alma en su humilde pobreza;
ese monte que se alza como puño de barro, 30
ese hombre de campo con las espaldas vueltas
mirando el infinito del camino
que romperá sus piernas;
ese ventano abierto hacia los hombres
con esas caras que nos trae la tierra, 35
con esos pueblos que se están pudriendo,
en esas carnes que la vida agrieta.
Extremadura vive en la pintura
De tu ruda paleta.
- Manuel Pacheco: Oda a Ortega Muñoz, Libro de las Odas.
- LIBROS DEL PENSAR (1999), II, pág. 282-283.
Elisabet Barraya Rayo
Lee:
LAS TRANSFORMACIONES
Me nacieron. No quise nacer, pero me nacieron y me nacieron V. en vez de H. y me clasificaron como a una mariposa; siempre las clasificaciones.
Yo era diferente y el hombre se había complicado la vida y quise alejarme del hombre porque quería ser feliz y con mi poder de adaptación dispuse de la tabla mágica de las transformaciones y me transformé en huevo y fui feliz en el culo de la gallina y me transformé en humo y fui feliz dibujando estelas en el cielo y me transformé en lluvia y fui feliz cagando los sombreros de las señoras y trajes de los señores y los coches y las mesas de las terrazas de los cafés y me transformé en cáncer y fui feliz comiéndome los pechos de Lolita; pero llegó un día en que me cansaron las transformaciones y quise volver a mi estado primario y me transformé en hombre y al transformarme en hombre me volví loco.
- Manuel Pacheco: las transformaciones, Diario del otro loco.
- OBRA EN PROSA (1995), II, pág. 227
Nota a pie de página de AVC (1995). Nota 1, pág. 227: “Publicado en Narraciones de los real y fantástico. Los mejores narradores españoles, sudamericanos y un francés, Selección, introducción, notas e ilustraciones de Antonio Beneyto, Colección La Esquina, Ediciones Picazo, 1971, pág. 57.
Emilia Oliva García
Lee
Letanía a mi arcángel negro
Mi arcángel negro
de aceite derramado,
de ortigas y de acacias,
de sonidos de luna en primavera
de gotas de Jazmín 5
para curar la llaga de mis pasos.
Mi arcángel negro dormido
en las campanas que flotan
por los ríos de mi sangre.
Mi arcángel negro de uñas 10
Como un cáncer de sal
para abrirme los pasos
a la luz del insomnio.
Has descendido azul
sobre mis manos 15
para poner en ellas
las páginas sedientas de los libros,
has venido hacia mí con arboledas
sembrando en mis pupilas
los jardines de otoño. 20
Me has enseñado pálidas carretas
llevando corazones como niños,
rumores de palomas, miradas
y lentas descripciones
de selvas sumergidas. 25
¡Oh, mi arcángel de pus!
Mi arcángel de cordero
Fácilmente asesino de la rosa
Cuando el dolor
te come las pupilas. 30
Mi arcángel de tambores
para sonar teléfonos
denunciando árboles de humo,
apagando la fibra de la estrella,
pidiendo con grito degollado 35
un lirio de piedad para la paz del mundo.
Clavando alfileres de flor
Para hacer de la tierra consumida
Un nido donde jueguen las palomas
Con las manos sin uñas de los niños; 40
donde el leopardo y la gacela
puedan dormir arroyos sin crepúsculos
y la luz de la sangre no se pudra
con el duro aguijón de los balazos.
¡Oh, mi arcángel de nieve! 45
Aposentado en la sala de mis huesos,
Tú eres el signo azul de mi cansancio
y por ti se derraman
los pájaros heridos del poema.
- Manuel Pacheco: Letanía a mi arcángel negro, Ausencia de mis manos.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 76-77.
Fernanda Valdés Sánchez
Lee:
Oda a rimbaud
Tus palabras volvían al sueño del juguete,
Apretabas tu frente contra el mundo
Y en tus labios caía la blasfemia
Como un fruto de miel apasionada.
Estabas en la historia de la ortiga 5
Donde el grito se incuba como un perro lejano
que ladra heridamente a la luz de la luna,
tenías el traje de la carne
empapado de estrellas venenosas
y una azul rebeldía supuraba en tus huesos. 10
¿Tu altura luminosa?
Quince golpes de sangre oscurecida
Con un grumo de ausencia en cada pétalo,
Quince palomas muertas por tu mano,
Quince toros en celo 15
Con una cruz podrida en cada cuerno.
Seguías jugando con la arena
Y robando las rojas caracolas.
Donde ocultaba el mar infinita tristeza.
Tu negra adolescencia descendió a los infiernos, 20
Tu barco ebrio cruzó todos los mares
Y se fueron pudriendo sus maderas de baba.
Los abismos te vieron cruzar
Por un puente de tela de araña.
Campanarios sumergidos, 25
Tambores de agua sucia,
Desiertos abrasados por un rubí de sangre.
Rompiste la pluma
Siguiendo tu camino alucinado.
- Manuel Pacheco: Oda a Rimbaud del LIBRO DE LAS ODAS.
- LIBROS DEL PENSAR, Tomo II, pág. 295.
Fernando González Pérez
Lee:
Ausencia de mi nombre
I
El color está dormido
En un espacio sin norte.
Delirio de serme fiel
En la Ausencia de mi nombre.
II
Voz de lámpara nacida 5
en el fondo de los sótanos.
Por los caminos del aire
Vuelan canarios sin ojos.
III
Flotando en su voz de aceite
Me quedaré como un muerto. 10
Iré borrando caminos
Con la nieve de los sueños.
IV
No me rompáis la garganta.
Inútil coger las plumas
por más que existan las balas. 15
Tengo una alondra encendida
que jamás podréis matarla.
Sé que existen paredes,
cerrojos y ventanas,
palabras que me siguen 20
con intención de murallas.
Tengo un delirio azul
de cosas recién creadas.
V
Violetas de nombre verde
muerden ciudades de escombros 25
llenando el mundo de lacre
con una luz de quirófano.
Por ciudades sin orillas
van caminando los locos.
- Manuel Pacheco: Ausencia de mi nombre, Los caminos de azul.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 230-231.
Isabel Sánchez Galán
Lee:
Jardín y otoño
El otoño es un cáliz donde duermen las rosas,
donde la flor del agua tiene aromas de fiebre.
Otoño es una lluvia que lloran los jardines
cuando el ángel violeta suspira entre la nieve.
Vienen muertes azules luminosas de otoño 5
por jardines dormidos en lagos amarillos;
una mano sin noche desciende hasta las hojas,
un pájaro de niebla se enreda entre los pinos.
La tarde tiene un eco de muerta mariposa,
un ojo de paloma, pureza de un idilio, 10
Entre las muertas hojas una fuente solloza
y bajan las veredas los aros de los niños.
Errante como un libro se quiebra la arboleda
con un temblor desnudo de mujer en peligro;
Todo se hace de pluma y el sol nos acaricia 15
dejando en nuestras manos un dulzor de membrillo.
- Manuel Pacheco: Jardín y otoño (Longitud de Otoño), Los caballos del alba.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 135.
Juanita Amador Bravo
Lee:
Tus manos son mis manos
Tu mano es el jazmín que perfuma mi noche,
Más suave que labios sobre campo de trigo.
Mi mano para ti, diamante a tu cristal,
Caricia, no cuchillo, sensación de vida.
Tu seda de silencio oye rezar mi mano, 5
Cuando se hace de nube o entero plenilunio.
Cuando en arpa de nardo busca aroma de edén,
Se baña en pétalos de divinos momentos.
Tu mano sin pecado, flor de vidrio sin lágrimas,
Que eslabona cadena o sollozo a la sombra. 10
Tu mano corazón cuando late en la mía
Liras azules sueñan hierro de púrpura.
Tu mano en mi espejo de silencio,
Cuando hay niebla en mis horas,
Es flecha de jacinto disparada sin arco. 15
Esponja del espacio hace brillar mis lunas.
Mi existir a tu mano es pluma liberada.
De rosa, cisne o cieno: tus manos son mis manos.
- Manuel Pacheco: Tus manos son mis manos, Los caballos del alba.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 57.
Rosa Mª Lencero Cerezo*
Alocución:
Breve alocución recordando a Manuel Pacheco.
* Escritora, amiga de Manuel Pacheco y compañera de versos.
Mercedes Dueñas Ballesteros
Lee:
El sol nuestro de cada día
El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
y que brille más que nunca
para que canten los pájaros del cielo,
los pájaros de la mujer 5
y los pájaros del hombre;
para que calienten los harapos
de ese pobre de pedir limosna,
los pies de ese niño descalzo
y los pechos de esa muchacha. 10
El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
para que se calienten
las manos de todos los hombres
y no se muerdan en el odio del frío 15
en las noches sombrías de las guerras.
El sol nuestro de cada día
que no se apague nunca.
- Manuel Pacheco: El sol nuestro de cada día, Poesía en la tierra.
- LIBROS DEL GRITO. POESÍA COMPLETA (1999), III, pág. 161.
Montaña Granados Claver
Lee:
Me pesan las paredes
I
Me pesan las paredes
y quiero estar sin casa.
Esta tarde me voy
por la orilla del agua
donde crece la yerba 5
con sonido a campana…
Esta tarde me voy…
La pulpa de la siesta
tiene un cuadro de hamacas
y lentos caracoles 10
de sudor y desgana.
Por la orilla del río
vienen guantes de hielo…
Esta tarde me monto
en un caballo de agua. 15
II
Las caderas del río
tienen faldas de ranas.
No sé si la alondra,
no sé si la vaca…
Era un pájaro muerto 20
y una niña acostada.
Era un vaso de humo
y una copa de paja.
Con cabellos de rocío
la luz fresca del agua 25
golpeaba labios de ladrillo.
Era un hilo de nieve
con libertad de ala
poniendo en mis oídos
un camino de chopos. 30
Líquida lagartija de caminos
su lengua iba poniendo
latidos de frescor
en las plantas quemadas.
Una campana lenta 35
de verano iba doblando
entierros de cigarras.
Las frescas caderas del río
tienen faldas de rana.
III
Un río no es un río. 40
Es paso de nieve azul
herida por la tierna libélula del aire.
Una lágrima o beso para el puente
con ovillos de sal en las pestañas.
Un paisaje caído de la mano. 45
Un libro de ceniza
disimula en sus páginas
ungüentos de amapola.
En la luz de las cinco
descienden los claveles 50
sobre el cabello blanco de la tierra.
Un agua no es un agua.
Un agua es estilo de paloma
que tiene nostalgias de rocío
y arrulla latir de cangilones. 55
La noria es una rueca
que hila la fiebre de las nubes,
mi cuerpo desnudo se hace sombra
para flotar el agua sin romperla.
Mi río tiene nombre de mujer 60
y se llama Guadiana.
Un río no es un río,
es una ceja de agua
que llena de estrellas el suspiro.
- Manuel Pacheco: Me pesan las paredes (Canciones de verano), Los caballos del alba.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 121-123.
Pedro de las Heras Salas
Lee:
poema para estrechar la mano de un libro de poemas
A Manuel Carlos, Josechu y Pedro. Emocionalmente
En Casa de Esperanza me esperaba un triángulo de luz.
Tres jóvenes poetas componían los lados
Escribiendo en un libro imágenes-espejos
donde mi sombra azul miraba la Belleza.
Latían vivas las palabras 5
Y el poema rompía soledad haciéndose una mano
para estrechar mis manos cansadas de escribir sobre las aguas
Y no era un homenaje
Por algo que hacía tiempo
Ellos reconocían 10
No eran los sonoros acentos de un discurso
Grabado en una cinta para juegos florales
Ni una reverencia de respeto por mis libros sonámbulos
Este homenaje íntimo a Manolo Pacheco
nacía de los sueños que respiran las alas de un árbol de estrellas 15
nacía de la fuerza que tiene todo hombre en su locura
nacía del amor que siempre ha rodeado a mi tristeza
de hombre inadaptado a este Planeta Azul que llaman Tierra.
Pedro
Josechu 20
Y Manuel Carlos
tres hijos del silencio leyeron en el Libro de la Noche
las semillas del Alba del Rocío
que encienden en todo hombre rebelde y solitario
la palabra AMISTAD. 25
Badajoz, 23 de diciembre de 1975.
Manuel Pacheco.
- Manuel Pacheco: poema para estrechar la mano de un libro de poemas en
- Manuel Pacheco. Centenario de un poeta extremeño universal. Coordinador: Moisés Cayetano Rosado. Badajoz, CB, 2020, pág. 105.
Pepe García Trejo
Lee:
HOMBRE
Poetas:
El hombre es lo que importa.
Vamos a poner vertical esta palabra
La H es una torre.
La O es como un ojo mirando eternamente a la esperanza, 5
La M es como el mundo que lleva entre los hombros,
La B como una bala disparada hacia el odio y el amor,
La R como un rayo buscando en las tinieblas la aurora del mañana,
La E como una espiga hacia el trigo del hijo.
Hombre, así, vertical, 10
aunque lo metan en una jaula
y le sequen la voz y los ojos
y le arranquen la entraña
Hombre, así, vertical,
aunque lo llenen de pústulas y lágrimas. 15
Hombre con el estómago hundido por el hambre,
con la cara abrasada por el sol de los campos
o el brillo de las máquinas.
Hombre de la oficina cegado por los números,
hombre de los andamios, las minas y las fábricas. 20
Hombre como una nube de tormenta
sobre la yerba dulce de la mujer tendida.
Lo que importa es el Hombre,
porque si el hombre muere
se apagarán para siempre 25
las antorchas del Alba.
- Manuel Pacheco: “Hombre”, POESÍA EN LA TIERRA (antología 1949-1972),
- Editorial Zero ZIX, Serie S, 1975.
Pilar Alcántara González
Lee:
Orillas de Otoño
I
Vienen las manos de otoño
como una brisa de pájaro,
en el borde azul del cielo
se pasean los vilanos
La tarde es una pupila 5
con un surtidor de nardo,
un corazón encendido
en el pecho del ocaso.
La brisa pone en los pinos
mantos de ninfas manchados 10
por ese blanco de luna
que suena en los campanarios.
Todo muere en el eco
de un amarillo soñado.
La longitud de otoño 15
Tiene el peso de una mano.
II
Si sólo tuviera un pétalo
para construir mi barco…
Esqueletos de cristal
nostálgicos de verano 20
los árboles de la isla
lloran la flor de los pájaros.
Las orillas del otoño
tienen jazmines sonámbulos.
- Manuel Pacheco: Orillas de Otoño (Longitud de Otoño), Los caballos del alba.
- LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 129-130.
Notas a pie de página de AVC.
- Nota 26, pág. 129: “La forma anticuada vilano se conserva en el habla viva extremeña, que la prefiere a la normativa milano para designar esta ave”.
- Nota 27, pág. 130: “Las Isla de los Monos, frente al embarcadero del río Guadiana en la ciudad de Badajoz.
Purificación Claver García
Lee:
Son tus ojos de poeta (115)
A mi amigo Cosme (116), para que siga
luchando por la poesía y la pintura
Son tus ojos de poeta
que quieren pintar el mundo
en una cuartilla blanca.
La alondra de la poesía
Se ha convertido en fantasma 5
y en la blancura de silencio
te enfiebra de azul tu alma.
El color de la cuartilla
Se hace lucha cotidiana
En un espejo sin nombre 10
Donde buscas tu mañana.
Libélulas de rocío
Se convierten en fantasma
Y amanece en tus insomnios
La aurora de la palabra. 15
La pintura y la poesía
Han penetrado en tu entraña.
- Manuel Pacheco: Son tus ojos de poeta, Poemas sueltos.
- POESÍA COMPLETA (1999), III, pág. 476.
Notas a pie de página de AVC.
- Nota 115, pág. 476: “Publicado en Hoy Domingo, 22/1/1995. Escrito el 21 de junio de 1993”.
- Nota 116, pág. 476: “Se trata del poeta Cosme López García, que conoció a Manuel Pacheco gracias a su profesor de dibujo Antonio Vaquero Poblador”.
Rosa López Casero
Lee:
La mujer
La mujer es un ala de río
y se mueve lo mismo que el agua.
Vertical es un lirio de fuego
y parece un jardín cuando marcha.
Para hacer su misterio perfume 5
canta un libro de sangre su enagua
y dos olas de espumas dormidas
como un nido de alondras le cantan.
El secreto del labio lo dice,
un suspiro de pluma incendiada 10
que deshoja en el arco del vuelo
un herido vibrar de pestañas.
¿La mujer? No sé qué deciros.
Tiene en las manos el arpa
de ese bosque oloroso magnolia 15
donde el beso inventó la manzana.
Luego viene el jazmín deshojado,
la fiebre desnuda su estatua,
su cuerpo de hierba tendido
como un musgo de fuego se abrasa. 20
¿La mujer? No sé qué deciros,
es de tierra muy frágil y blanca,
se tiende esperando la mano
que le llene de vuelos la entraña.
- Manuel Pacheco: La mujer, Presencia mía.
- LIBROS DE VIDA. POESÍA COMPLETA (1999). Tomo II, pág. 356.
Vicente Rodríguez Lázaro
Lee:
Caminamos
Caminamos los dos por la vida
como agua de noria arrojada
sobre un huerto que quiere ser fruto
y de pronto el granizo lo arrasa.
Eres parte del aire que toco, 5
del jardín que me da su fragancia,
de la luz que me pone en los libros
una historia de tierra inventada.
No sé si mi mano es de nieve
o tu mano es agua con alas 10
que el contacto de un aire de espinas
se hace pájaro blanco en el alba.
No sé qué decirte del beso
que hace nido en tu tierna mirada
y se posa temblando en mis labios 15
como un río dormido en mi infancia.
Ese río acaricia mi bosque,
mi sauce de huesos levanta,
pone en sus ramas cabellos de nubes
y oculta mi pena debajo del agua. 20
- Manuel Pacheco: Caminamos, Presencia mía.
- LIBROS DE VIDA. POESÍA COMPLETA (1999). Tomo II, pág. 373.
Antonio Viudas Camarasa*
Alocución:
Breve alocución sobre la creación literaria de Manuel Pacheco, programada en Cáceres en el Maratón literario Homenaje MANUEL PACHECO CONEJO 16D 2020 19h. que pertenecen a la obra en prosa y a los poemas autorizados en vida del autor por Manuel Pacheco en su última versión: Libros del ensueño, Libros del pensar, Libros de vida, Libros del grito, Libros de cantares, Poemas sueltos.
*Amigo de Manuel Pacheco, editor científico de Obra en prosa (1995) y Poesía completa (1999) y albacea de su espíritu desde 1995 en palabras reiteradas del propio Pacheco.