In ACTUALIDAD, PACHECO 2020

2020 12 16 8:33h  Antonio Viudas Camarasa en www.dialectus.es

 

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Cuaderno de lectura OBRAS DE

“Manuel Pacheco en Cáceres 16N 2020”

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Edición digital y notas de

Antonio Viudas Camarasa

Selección de textos coordinada por

Antonia Cerrato Martín-Romo

Extremadura (España)

2020

 

 

 

Maratón literario

Homenaje MANUEL PACHECO CONEJO

19:00h. 16D 2020

CÁCERES: Palacio de los Golfines de Abajo  Cuesta del Marqués

 

 

 

Presenta:

  • Antonia Cerrato Martín-Romo

Colaboran:

  • Biblioteca Municipal de Cáceres
  • Fundación Tatiana P. de Guzmán el Bueno
  • Comité Científico y Técnico Manuel Pacheco 2020
  • Asociación Migas

INTERVINIENTES LECTORES DE LA

OBRA DE

MANUEL PACHECO CONEJO

Alberto Navalón Mateos

Lee:

 

LA HORA BLANCA

                            A la novia de azucena

 

Cuando el brillar del cielo

encendía los marfiles en el azul perfecto,

el nardo ocultaba

el fracaso del vidrio hecho murmullo,

las curvas heridas del silencio                                                     5

pedían gasas de luna a su moreno,

el amor concreto bordaba

en la blancura sagradas amapolas,

sus labios aromaban la noche de plegarias

y su cuerpo era Ausencia de mis manos:                              10

la muerte me soñaba.

 

No quería ser lágrima del camino

pisado por las nubes sin cielo,

no quería ser nieve, ni los verdes cuchillos

que rasgan el silencio de los campos sin nadie,                  15

ni ser letra grabada en mineral blancura.

 

  • Manuel Pacheco: LA HORA BLANCA, Ausencia de mis manos.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 12.

 

 

Antonia Cerrato Martín-Romo

Lee:

 

Poema para el nombre del camino

 

Los monjes del camino

con sus libros de pájaros.

Olivenza en el aire de la tarde,

allí nació mi luna,

mi lira y mi manzano                                                                     5

para el arpa del llanto.

 

El coche está corriendo

como si fuera un barco

y el agua azul de Extremadura

hace un nido en mi mano                                                       10

para que yo la sienta

como un árbol.

 

La Atalaya me mira

las encinas se llenan de milagro

y la brisa golpea dulcemente                                               15

mi corazón cansado.

 

La ciudad se ha perdido,

las nubes, torreones del espacio,

ponen en el palacio de las alas,

un mundo sin asfalto.                                                           20

 

Sigue el aire tibio

dulcemente sonámbulo,

rozando las encinas que saludan

la libertad del campo.

¡Qué bandera de Dios en mis pupilas!                          25

Tengo un nombre en las manos.

 

II

Tengo un nombre, crepúsculo.

Tu camino es un ala

Donde la luz del trigo

escribe soledad en nuestra marcha.                            30

El auto es un velero

que roza las espigas sin troncharlas.

¡Qué mar de pan soñado en el silencio!

¡Qué violines sonando en la distancia,

escribiendo en las páginas del cielo                              35

un cuento de amapolas deshojadas!

 

 

El arpa de las tórtolas,

la longitud del agua

y el cáliz del tomillo

mojándonos la cara.                                                          40

 

Tengo un nombre de pájaro

Para cantar tu marcha

Y una lumbre de estrella en las pupilas

para mirar la tarde que se muere

con velos de colmena en la mirada.                          45

 

Tengo un nombre de río

para mojar mi alma.

 

  • Manuel Pacheco: Poema para el nombre del camino, Ausencia de mis manos.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 119.

 

 

Nota a pie de página de AVC. Nota 19, pág. 122.  Primera versión publicada en Alor. Hojas de poesía, números 26-27, julio de 1954, s. p., donde se anota “Talanquera (Cheles) 10 de mayo de 1954”. 1ª edic., 1954, págs. 122-124.

 

 

Carlos Domínguez Tristancho

Lee:

 

Canto al guadiana

 

Cuando las amapolas

se comen los tejados

salgo de mi casa.

Tu piel es como un libro

Cuando se lee en la cama.                                                            5

 

Tu piel de paño líquido,

de sábana de fuente liberada,

de hamaca azul con gotas de rocío

para dormir el sueño de las aguas.

 

Tu piel de barca y alga consumida                                          10

por uñas de lágrima de laca,

tu piel de sexo nieve diluido

en meses de cortinas enfangadas.

 

Tu boca como un beso,

tu boca de nenúfar venenoso                                                 15

abierto al navegante

que muerde tu garganta.

Tu boca como beso de ortigas

que pone cinturones de agua verde

al hombre que confía en tus palabras.                                20

 

Tus pechos adheridos

al liquen de frías madrugadas,

poniendo los pezones de surtidor herido,

pudriendo la boca de agua amarga.

 

Tus caderas de limo                                                                  25

lentamente resbalan

y floran mojando nuestros muslos

de azucena manchada.

 

Tu vientre de oro verde,

congestionado y malva,                                                        30

con pinzas de cangrejos

para morder el alma.

Tus cabellos de fibra de mercurio,

tu palabra de nana.

 

Porque te quiero entera                                                     35

te digo estas palabras.

Amante de mis tardes encendidas

cuando el lirio del sol es una llama.

Amante de mi boca.

Amante de mis huesos                                                      40

y piel saturada de lagrimones turbios.

Amante de mis muslos

que aprietan tus caderas.

Amante de mi boca

que sumerge los dientes                                                   45

En tu fresca garganta

Para comer blancor de nieve luna

y apaciguar mi frente con manos de hada.

 

Porque te quiero entera

te digo estas palabras.                                                      50

 

 

  • Manuel Pacheco: CANTO AL GUADIANA, Ausencia de mis manos.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 127.

 

 

 

Carmen Barrantes Vinagre

Lee:

 

Oda a Ortega Muñoz

 

El labriego se alza como estatua seca,

como árbol de barro sobre la oscura tierra.

El cierzo, la lluvia, el hambre lo ha lamido,

el sol ha convertido en cuero triste

el agua azul de su cabeza.                                                                        5

Tu paisaje vibra, te has olvidado

de todas las leyendas,

has cogido raíces y has pintado con ellas.

No te importa la gente,

la gente no comprende tu expresiva belleza,                                   10

tiene miedo de tus crudos paisajes

y quiere un árbol dulce

con blancos ruiseñores y tibias primaveras.

Tú estás y ése es tu árbol,

esa mujer que sube la escalera                                                          15

y pinta el cansancio de los pueblos

en su cara extremeña;

esos burros nerviosos con las orejas tiesas

esperando que quiten de sus trotes

la fría detención de la cancela;                                                          20

ese niño de agrio membrillo

entumecido por la tristeza

que resbala en su cara como agua

cansada de llover sobre las tejas.

Esa silla que ya Van Gogh pintara                                                   25

Pero que estás en ella,

metida en sus bayones tu entraña

y tu alma en su humilde pobreza;

ese monte que se alza como puño de barro,                                30

ese hombre de campo con las espaldas vueltas

mirando el infinito del camino

que romperá sus piernas;

ese ventano abierto hacia los hombres

con esas caras que nos trae la tierra,                                           35

con esos pueblos que se están pudriendo,

en esas carnes que la vida agrieta.

Extremadura vive en la pintura

De tu ruda paleta.

 

  • Manuel Pacheco: Oda a Ortega Muñoz, Libro de las Odas.
  • LIBROS DEL PENSAR (1999), II, pág. 282-283.

 

 

Elisabet Barraya Rayo

Lee:

 

 

LAS TRANSFORMACIONES

 

Me nacieron. No quise nacer, pero me nacieron y me nacieron V. en vez de H. y me clasificaron como a una mariposa; siempre las clasificaciones.

Yo era diferente y el hombre se había complicado la vida y quise alejarme del hombre porque quería ser  feliz y con mi poder de adaptación dispuse de la tabla mágica de las transformaciones y me transformé en huevo y fui feliz en el culo de la gallina y me transformé en humo y fui feliz dibujando estelas en el cielo y me transformé en lluvia y fui feliz cagando los sombreros de las señoras y trajes de los señores y los coches y las mesas de las terrazas de los cafés y me transformé en cáncer y fui feliz comiéndome los pechos de Lolita; pero llegó un día en que me cansaron las transformaciones y quise volver a mi estado primario y me transformé en hombre y al transformarme en hombre me volví loco.

 

  • Manuel Pacheco: las transformaciones, Diario del otro loco.
  • OBRA EN PROSA (1995), II, pág. 227

 

Nota a pie de página de AVC (1995). Nota 1, pág. 227: “Publicado en Narraciones de los real y fantástico. Los mejores narradores españoles, sudamericanos y un francés, Selección, introducción, notas e ilustraciones de Antonio Beneyto, Colección La Esquina, Ediciones Picazo, 1971, pág. 57.

 

 

 

Emilia Oliva García

Lee

 

Letanía a mi arcángel negro

 

Mi arcángel negro

de aceite derramado,

de ortigas y de acacias,

de sonidos de luna en primavera

de gotas de Jazmín                                                                      5

para curar la llaga de mis pasos.

 

Mi arcángel negro dormido

en las campanas que flotan

por los ríos de mi sangre.

Mi arcángel negro de uñas                                                    10

Como un cáncer de sal

para abrirme los pasos

a la luz del insomnio.

 

Has descendido azul

sobre mis manos                                                                      15

para poner en ellas

las páginas sedientas de los libros,

has venido hacia mí con arboledas

sembrando en mis pupilas

los jardines de otoño.                                                           20

 

Me has enseñado pálidas carretas

llevando corazones como niños,

rumores de palomas, miradas

y lentas descripciones

de selvas sumergidas.                                                          25

 

¡Oh, mi arcángel de pus!

Mi arcángel de cordero

Fácilmente asesino de la rosa

Cuando el dolor

te come las pupilas.                                                              30

 

Mi arcángel de tambores

para sonar teléfonos

denunciando árboles de humo,

apagando la fibra de la estrella,

pidiendo con grito degollado                                           35

un lirio de piedad para la paz del mundo.

Clavando alfileres de flor

Para hacer de la tierra consumida

Un nido donde jueguen las palomas

Con las manos sin uñas de los niños;                          40

donde el leopardo y la gacela

puedan dormir arroyos sin crepúsculos

y la luz de la sangre no se pudra

con el duro aguijón de los balazos.

 

¡Oh, mi arcángel de nieve!                                            45

Aposentado en la sala de mis huesos,

Tú eres el signo azul de mi cansancio

y por ti se derraman

los pájaros heridos del poema.

 

  • Manuel Pacheco: Letanía a mi arcángel negro, Ausencia de mis manos.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 76-77.

 

 

 

Fernanda Valdés Sánchez

Lee:

 

Oda a rimbaud

 

Tus palabras volvían al sueño del juguete,

Apretabas tu frente contra el mundo

Y en tus labios caía la blasfemia

Como un fruto de miel apasionada.

Estabas en la historia de la ortiga                                                         5

Donde el grito se incuba como un perro lejano

que ladra heridamente a la luz de la luna,

tenías el traje de la carne

empapado de estrellas venenosas

y una azul rebeldía supuraba en tus huesos.                              10

¿Tu altura luminosa?

Quince golpes de sangre oscurecida

Con un grumo de ausencia en cada pétalo,

Quince palomas muertas por tu mano,

Quince toros en celo                                                                            15

Con una cruz podrida en cada cuerno.

Seguías jugando con la arena

Y robando las rojas caracolas.

Donde ocultaba el mar infinita tristeza.

Tu negra adolescencia descendió a los infiernos,                   20

Tu barco ebrio cruzó todos los mares

Y se fueron pudriendo sus maderas de baba.

Los abismos te vieron cruzar

Por un puente de tela de araña.

Campanarios sumergidos,                                                              25

Tambores de agua sucia,

Desiertos abrasados por un rubí de sangre.

Rompiste la pluma

Siguiendo tu camino alucinado.

 

  • Manuel Pacheco: Oda a Rimbaud del LIBRO DE LAS ODAS.
  • LIBROS DEL PENSAR, Tomo II, pág. 295.

 

 

Fernando González Pérez

Lee:

 

Ausencia de mi nombre

 

I

El color está dormido

En un espacio sin norte.

Delirio de serme fiel

En la Ausencia de mi nombre.

 

II

Voz de lámpara nacida                                                          5

en el fondo de los sótanos.

Por los caminos del aire

Vuelan canarios sin ojos.

 

III

Flotando en su voz de aceite

Me quedaré como un muerto.                                    10

Iré borrando caminos

Con la nieve de los sueños.

 

IV

No me rompáis la garganta.

Inútil coger las plumas

por más que existan las balas.                                   15

Tengo una alondra encendida

que jamás podréis matarla.

Sé que existen paredes,

cerrojos y ventanas,

palabras que me siguen                                             20

con intención de murallas.

Tengo un delirio azul

de cosas recién creadas.

 

V

Violetas de nombre verde

muerden ciudades de escombros                      25

llenando el mundo de lacre

con una luz de quirófano.

Por ciudades sin orillas

van caminando los locos.

 

  • Manuel Pacheco: Ausencia de mi nombre, Los caminos de azul.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 230-231.

 

 

 

 

Isabel Sánchez Galán

Lee:

 

Jardín y otoño

 

El otoño es un cáliz donde duermen las rosas,

donde la flor del agua tiene aromas de fiebre.

Otoño es una lluvia que lloran los jardines

cuando el ángel violeta suspira entre la nieve.

 

Vienen muertes azules luminosas de otoño                                   5

por jardines dormidos en lagos amarillos;

una mano sin noche desciende hasta las hojas,

un pájaro de niebla se enreda entre los pinos.

 

 

La tarde tiene un eco de muerta mariposa,

un ojo de paloma, pureza de un idilio,                                           10

Entre las muertas hojas una fuente solloza

y bajan las veredas los aros de los niños.

 

Errante como un libro se quiebra la arboleda

con un temblor desnudo de mujer en peligro;

Todo se hace de pluma y el sol nos acaricia                                15

dejando en nuestras manos un dulzor de membrillo.

 

  • Manuel Pacheco: Jardín y otoño (Longitud de Otoño), Los caballos del alba.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 135.

 

 

 

Juanita Amador Bravo

Lee:

 

Tus manos son mis manos

 

Tu mano es el jazmín que perfuma mi noche,

Más suave que labios sobre campo de trigo.

Mi mano para ti, diamante a tu cristal,

Caricia, no cuchillo, sensación de vida.

 

Tu seda de silencio oye rezar mi mano,                                       5

Cuando se hace de nube o entero plenilunio.

Cuando en arpa de nardo busca aroma de edén,

Se baña en pétalos de divinos momentos.

 

Tu mano sin pecado, flor de vidrio sin lágrimas,

Que eslabona cadena o sollozo a la sombra.                          10

Tu mano corazón cuando late en la mía

Liras azules sueñan hierro de púrpura.

 

Tu mano en mi espejo de silencio,

Cuando hay niebla en mis horas,

Es flecha de jacinto disparada sin arco.                                   15

Esponja del espacio hace brillar mis lunas.

Mi existir a tu mano es pluma liberada.

De rosa, cisne o cieno: tus manos son mis manos.

 

  • Manuel Pacheco: Tus manos son mis manos, Los caballos del alba.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 57.

 

 

 

 

Rosa Mª Lencero Cerezo*

Alocución:

Breve alocución recordando a Manuel Pacheco.

 

* Escritora, amiga de Manuel Pacheco y compañera de versos.

 

 

 

 

 

Mercedes Dueñas Ballesteros

Lee:

 

El sol nuestro de cada día

 

El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
y que brille más que nunca
para que canten los pájaros del cielo,
los pájaros de la mujer                                                    5
y los pájaros del hombre;
para que calienten los harapos
de ese pobre de pedir limosna,
los pies de ese niño descalzo
y los pechos de esa muchacha.                                 10
El sol nuestro de cada día
que no se nuble hoy
para que se calienten
las manos de todos los hombres
y no se muerdan en el odio del frío                        15
en las noches sombrías de las guerras.
El sol nuestro de cada día
que no se apague nunca.

 

  • Manuel Pacheco: El sol nuestro de cada día, Poesía en la tierra.
  • LIBROS DEL GRITO. POESÍA COMPLETA (1999), III, pág. 161.

 

 

 

Montaña Granados Claver

Lee:

 

Me pesan las paredes

 

I

Me pesan las paredes

y quiero estar sin casa.

Esta tarde me voy

por la orilla del agua

donde crece la yerba                                                      5

con sonido a campana…

 

Esta tarde me voy…

 

La pulpa de la siesta

tiene un cuadro de hamacas

y lentos caracoles                                                          10

de sudor y desgana.

 

Por la orilla del río

vienen guantes de hielo…

 

Esta tarde me monto

en un caballo de agua.                                                15

 

 

II

Las caderas del río
tienen faldas de ranas.

 

No sé si la alondra,

no sé si la vaca…

Era un pájaro muerto                                                 20

y una niña acostada.

 

Era un vaso de humo

y una copa de paja.

 

Con cabellos de rocío

la luz fresca del agua                                                   25

golpeaba labios de ladrillo.

 

Era un hilo de nieve

con libertad de ala

poniendo en mis oídos

un camino de chopos.                                               30

Líquida lagartija de caminos
su lengua iba poniendo
latidos de frescor
en las plantas quemadas.

 

Una campana lenta                                                    35

de verano iba doblando

entierros de cigarras.

 

Las frescas caderas del río

tienen faldas de rana.

 

III
Un río no es un río.                                                    40
Es paso de nieve azul
herida por la tierna libélula del aire.
Una lágrima o beso para el puente
con ovillos de sal en las pestañas.
Un paisaje caído de la mano.                                 45

 

Un libro de ceniza

disimula en sus páginas

ungüentos de amapola.

En la luz de las cinco

descienden los claveles                                           50

sobre el cabello blanco de la tierra.

 

Un agua no es un agua.

Un agua es estilo de paloma

que tiene nostalgias de rocío

y arrulla latir de cangilones.                                   55

 

La noria es una rueca

que hila la fiebre de las nubes,

mi cuerpo desnudo se hace sombra

para flotar el agua sin romperla.

 

Mi río tiene nombre de mujer                           60

y se llama Guadiana.

Un río no es un río,
es una ceja de agua
que llena de estrellas el suspiro.

 

  • Manuel Pacheco: Me pesan las paredes (Canciones de verano), Los caballos del alba.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 121-123.

 

 

 

 

 

Pedro de las Heras Salas

Lee:

 

poema para estrechar la mano de un libro de poemas

                                      A Manuel Carlos, Josechu y Pedro. Emocionalmente

 

En Casa de Esperanza me esperaba un triángulo de luz.

Tres jóvenes poetas componían los lados

Escribiendo en un libro imágenes-espejos

donde mi sombra azul miraba la Belleza.

Latían vivas las palabras                                                                                                   5

Y el poema rompía soledad haciéndose una mano

para estrechar mis manos cansadas de escribir sobre las aguas

 

Y no era un homenaje

Por algo que hacía tiempo

Ellos reconocían                                                                                                                10

No eran los sonoros acentos de un discurso

Grabado en una cinta para juegos florales

Ni una reverencia de respeto por mis libros sonámbulos

Este homenaje íntimo a Manolo Pacheco

nacía de los sueños que respiran las alas de un árbol de estrellas               15

nacía de la fuerza que tiene todo hombre en su locura

nacía del amor que siempre ha rodeado a mi tristeza

de hombre inadaptado a este Planeta Azul que llaman Tierra.

 

Pedro

Josechu                                                                                                                20

Y Manuel Carlos

tres hijos del silencio leyeron en el Libro de la Noche

las semillas del Alba del Rocío

que encienden en todo hombre rebelde y solitario

la palabra AMISTAD.                                                                                                    25

 

Badajoz, 23 de diciembre de 1975.

Manuel Pacheco.

 

  • Manuel Pacheco: poema para estrechar la mano de un libro de poemas en
  • Manuel Pacheco. Centenario de un poeta extremeño universal. Coordinador: Moisés Cayetano Rosado. Badajoz, CB, 2020, pág. 105.

 

 

 

Pepe García Trejo

Lee:

HOMBRE

Poetas:

El hombre es lo que importa.

Vamos a poner vertical esta palabra

La H es una torre.

La O es como un ojo mirando eternamente a la esperanza,                                   5

La M es como el mundo que lleva entre los hombros,

La B como una bala disparada hacia el odio y el amor,

La R como un rayo buscando en las tinieblas la aurora del mañana,

La E como una espiga hacia el trigo del hijo.

Hombre, así, vertical,                                                                                          10

aunque lo metan en una jaula

y le sequen la voz y los ojos

y le arranquen la entraña

Hombre, así, vertical,

aunque lo llenen de pústulas y lágrimas.                                                            15

Hombre con el estómago hundido por el hambre,

con la cara abrasada por el sol de los campos

o el brillo de las máquinas.

Hombre de la oficina cegado por los números,

hombre de los andamios, las minas y las fábricas.                                            20

Hombre como una nube de tormenta

sobre la yerba dulce de la mujer tendida.

Lo que importa es el Hombre,

porque si el hombre muere

se apagarán para siempre                                                                                  25

las antorchas del Alba.

 

  • Manuel Pacheco: “Hombre”, POESÍA EN LA TIERRA (antología 1949-1972),
  • Editorial Zero ZIX, Serie S, 1975.

 

 

Pilar Alcántara González

Lee:

 

Orillas de Otoño

 

I

Vienen las manos de otoño

como una brisa de pájaro,

en el borde azul del cielo

se pasean los vilanos

 

La tarde es una pupila                                              5

con un surtidor de nardo,

un corazón encendido

en el pecho del ocaso.

 

La brisa pone en los pinos

mantos de ninfas manchados                           10

por ese blanco de luna

que suena en los campanarios.

 

Todo muere en el eco

de un amarillo soñado.

 

La longitud de otoño                                           15

Tiene el peso de una mano.

 

 

II

Si sólo tuviera un pétalo

para construir mi barco…

Esqueletos de cristal

nostálgicos de verano                                       20

los árboles de la isla

lloran la flor de los pájaros.

 

Las orillas del otoño

tienen jazmines sonámbulos.

 

  • Manuel Pacheco: Orillas de Otoño (Longitud de Otoño), Los caballos del alba.
  • LIBROS DEL ENSUEÑO. POESÍA COMPLETA (1999), I, pág. 129-130.

 

Notas a pie de página de AVC.

  • Nota 26, pág. 129: “La forma anticuada vilano se conserva en el habla viva extremeña, que la prefiere a la normativa milano para designar esta ave”.
  • Nota 27, pág. 130: “Las Isla de los Monos, frente al embarcadero del río Guadiana en la ciudad de Badajoz.

 

 

 

 

 

 

Purificación Claver García

Lee:

 

Son tus ojos de poeta (115)

           A mi amigo Cosme (116), para que siga

           luchando por la poesía y la pintura

 

Son tus ojos de poeta

que quieren pintar el mundo

en una cuartilla blanca.

 

La alondra de la poesía

Se ha convertido en fantasma                            5

y en la blancura de silencio

te enfiebra de azul tu alma.

 

El color de la cuartilla

Se hace lucha cotidiana

En un espejo sin nombre                                  10

Donde buscas tu mañana.

 

Libélulas de rocío

Se convierten en fantasma

Y amanece en tus insomnios

La aurora de la palabra.                                      15

 

La pintura y la poesía

Han penetrado en tu entraña.

 

  • Manuel Pacheco: Son tus ojos de poeta, Poemas sueltos.
  • POESÍA COMPLETA (1999), III, pág. 476.

 

Notas a pie de página de AVC.

  • Nota 115, pág. 476: “Publicado en Hoy Domingo, 22/1/1995. Escrito el 21 de junio de 1993”.
  • Nota 116, pág. 476: “Se trata del poeta Cosme López García, que conoció a Manuel Pacheco gracias a su profesor de dibujo Antonio Vaquero Poblador”.

 

 

 

 

Rosa López Casero

Lee:

 

La mujer

 

La mujer es un ala de río

y se mueve lo mismo que el agua.

Vertical es un lirio de fuego

y parece un jardín cuando marcha.

Para hacer su misterio perfume                                           5

canta un libro de sangre su enagua

y dos olas de espumas dormidas

como un nido de alondras le cantan.

El secreto del labio lo dice,

un suspiro de pluma incendiada                                       10

que deshoja en el arco del vuelo

un herido vibrar de pestañas.

¿La mujer? No sé qué deciros.

Tiene en las manos el arpa

de ese bosque oloroso magnolia                                    15

donde el beso inventó la manzana.

Luego viene el jazmín deshojado,

la fiebre desnuda su estatua,

su cuerpo de hierba tendido

como un musgo de fuego se abrasa.                           20

¿La mujer? No sé qué deciros,

es de tierra muy frágil y blanca,

se tiende esperando la mano

que le llene de vuelos la entraña.

 

  • Manuel Pacheco: La mujer, Presencia mía.
  • LIBROS DE VIDA. POESÍA COMPLETA (1999). Tomo II, pág. 356.

 

 

 

 

 

Vicente Rodríguez Lázaro

Lee:

 

Caminamos

 

Caminamos los dos por la vida

como agua de noria arrojada

sobre un huerto que quiere ser fruto

y de pronto el granizo lo arrasa.

Eres parte del aire que toco,                                              5

del jardín que me da su fragancia,

de la luz que me pone en los libros

una historia de tierra inventada.

 

No sé si mi mano es de nieve

o tu mano es agua con alas                                              10

que el contacto de un aire de espinas

se hace pájaro blanco en el alba.

No sé qué decirte del beso

que hace nido en tu tierna mirada

y se posa temblando en mis labios                               15

como un río dormido en mi infancia.

Ese río acaricia mi bosque,

mi sauce de huesos levanta,

pone en sus ramas cabellos de nubes

y oculta mi pena debajo del agua.                                20

 

  • Manuel Pacheco: Caminamos, Presencia mía.
  • LIBROS DE VIDA. POESÍA COMPLETA (1999). Tomo II, pág. 373.

 

 

 

 

 

Antonio Viudas Camarasa*

Alocución:

Breve alocución sobre la creación literaria de Manuel Pacheco, programada en Cáceres en el Maratón literario Homenaje MANUEL PACHECO CONEJO 16D 2020 19h. que pertenecen a la obra en prosa y a los poemas autorizados en vida del autor por Manuel Pacheco en su última versión:  Libros del ensueño, Libros del pensar, Libros de vida, Libros del grito, Libros de cantares, Poemas sueltos.

 

*Amigo de Manuel Pacheco, editor científico de Obra en prosa (1995) y Poesía completa (1999) y albacea de su espíritu desde 1995 en palabras reiteradas del propio Pacheco.

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