2018 05 08 Antonio Viudas Camarasa
AUTOCENSURA Y ANSIEDAD INVESTIGADORA. RELATO LITERARIO FRENTE A ALTO REPORTAJE. EL CASO MARÍA GOYRI Y JOSEFINA CARABIAS
Desde que puse la descripción de Josefina Carabias en el reportaje “Las mil estudiantes de la Universidad de Madrid” de las primeras clases de María Goyri como universitaria me estoy autocensurando al participar en este foro de la Sociedad Científica de Mérida.
No es bueno ni malo, es una realidad.
Sospeché y sigo sospechando que la descripción de Carabias es meramente literaria sin documento real que lo avale por ahora. En menos de 72 horas he conocido la versión de Carabias, la versión de Caso y la versión de la propia María Goyri gracias a la biografía de Ramón Menéndez Pidal de Carmen Conde.
Hace 24 horas aproximadamente descubrí un texto parecido escrito por Amelia Valcárcel reproducido en la wiki, referido a Concepción Arenal (1820-1893) que le sucedió algo parecido a María Goyri en la Facultad de Derecho de Madrid con 21 años. La Wiki cita a Amelia Valcárcel y reproduce este texto del que hay que comprobar su origen y documentación:
«El rito era el siguiente: acompañada por un familiar doña Concepción se presentaba en la puerta del claustro, donde era recogida por un bedel que la trasladaba a un cuarto en el que se mantenía sola hasta que el profesor de la materia que iba a impartirse la recogía para las clases. Sentada en un lugar diferente del de sus aparentes compañeros, seguía las explicaciones hasta que la clase concluía y de nuevo era recogida por el profesor, que la depositaba en dicho cuarto hasta la clase siguiente. Amelia Valcárcel. Feminismo en un mundo global».
Construyo la siguiente tabla provisional de textos
Tabla de textos
Josefina Carabias.
1933. Revista Estampa |
José Caso González. 1954.
Revista Archivum |
Carmen Conde.
1969. Menéndez Pidal. |
Amelia Valcárcel.
2013. Referido a Concepción Arenal en la Wiki s. v. circa 1842 |
Luego la Facultad tomó medidas. Tan pronto llegaba la chica a la Universidad, los bedeles la conducían al Decanato y la encerraban hasta que llegaba el catedrático encargado de ir a la primera clase. Este la acompañaba al aula, y, una vez allí, la hacía sentarse, no en los bancos de los alumnos, sino en una sillita traída al efecto y convenientemente separada de todos. Luego este mismo profesor la volvía a dejar en el Decanato, y allí esperaba ella la llegada de la clase siguiente, y así hasta la hora de marcharse, en que con las mismas precauciones que al entrar volvía a ser conducida por los bedeles hasta la puerta. | “De 1892 a 1895 estudia la Licenciatura en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Son muy conocidas las anécdotas relacionadas con la insólita asistencia de aquella mujer como alumna oficial (alumnas libres había habido ya antes) a las aulas universitarias: el certificado que debía extender cada catedrático de que la presencia femenina no perturbaba el orden en su clase; la espera en la sala aparte hasta que llegaba el catedrático; la entrada en el aula escoltada por el bedel hasta la mesita individual en que se sentaba” (págs. 205-206). | “DOÑA MARÍA: Mi camaradería con los chicos me enseñó a tratarlos y a hacer que me respetasen, lo que en mi juventud me sirvió de mucho cuando me encontré en la Universidad, única muchacha, rodeada de estudiantes, de los que recibí siempre, muestras de una gran cortesía” (pág. 157). Texto de 1952 | «El rito era el siguiente: acompañada por un familiar doña Concepción se presentaba en la puerta del claustro, donde era recogida por un bedel que la trasladaba a un cuarto en el que se mantenía sola hasta que el profesor de la materia que iba a impartirse la recogía para las clases. Sentada en un lugar diferente del de sus aparentes compañeros, seguía las explicaciones hasta que la clase concluía y de nuevo era recogida por el profesor, que la depositaba en dicho cuarto hasta la clase siguiente. Amelia Valcárcel. Feminismo en un mundo global» |
Carlos Baena y Martín Martínez Riqué de la Sociedad Científica de Mérida están buscando documentos para averiguar si se trata de un relato literario o si tiene fundamento real y documental.
Mientras tanto Martín me envía un enlace desde Bulgaria Lo que Unamuno nunca le dijo a Millán Astray. Un historiador salmantino refuta el relato oficial del famoso enfrentamiento del 12 de octubre de 1936 y documenta cómo se construyó el mito sobre el discurso del rector” https://elpais.com/cultura/2018/05/07/actualidad/1525711624_377047.html donde da cuenta que el relato de Luis Portillo en la revista Horizons es una creación literaria. En mis investigaciones inéditas sobre Arturo Barea repasé la colección completa de Horizons y contrasté fuentes. Me encontré el testimonio del yerno de Unamuno, entre otros muchos.
La investigación del historiador Severiano Delgado, bibliotecario de la Universidad de Salamanca, apunta a que el famoso relato tiene visos de ser literatura de ficción. Lo cierto es que la enemistad entre Millán Astray y Unamuno venía de las tertulias del Ateneo madrileño. Desde la proyección de la película LA MALCASADA (1926), prohibida por la censura de Primo de Rivera tras el alboroto de su estreno, la existencia de la dos Españas es muy evidente cinematográficamente hablando.
Para avalar mi autocensura y la existencia de relatos literarios tanto en el caso referido a María Goyri como a Unamuno traigo a consideración las declaraciones que César González Ruano hizo a una interviú promocional de su libro «El momento político de España a través del reportaje y la interviú» en la INTERVIÚ AL INTERVIUVADOR que le hizo LUIS E. DE ALDECOA en el Heraldo de Madrid (1930), ejemplar que he podido leer gracias a la gentileza de Martín Martínez Riqué de la Sociedad Científica de Mérida, donde en el titular se afirma que el alto reportaje sustituirá a la novela:
Sin tapujos César González Ruano (Premio Mariano de Cavia 1932) cuenta cómo hacía algunos reportajes novelados en forma de interviú:
“— ¿Cuándo escribe usted entonces?
—Por la mañama ojeo todos los periódicos de Madrid y alguno del Extranjero. Esto lo hago aquí en el café, donde vengo a hacer de secretario de redacción de mí mismo. Y, por ejemplo, me encuentro: una figura destacada, un viajero famoso, un suceso…
Voy sacando en una cuartilla los asuntos del día. Cuando ya tengo mi programa escribo, generalmente en el mismo café, una crónica que suelo repartir entre provincias y América, saliendo a la calle para hacer el reportaje o la interviú que creo puede interesar a mis periódicos.
La materialidad de escribir es poca cosa; lo más fastidioso es hacer hablar a tanto ser como en la carrera vertiginosa nuestra, con gratas excepciones, nos encontramos.
Son esos terribles tipos por quienes hay que hablar, cuya insipidez hay que suplir… Aprovecho, esto sí, los momentos vacíos, y muchas veces he terminado un artículo en un continental o en el «Metro». Aún no hace dos meses, al hacer una interviú política, mientras esperaba en un salón a ser recibido, escribí la entrevista, y cuando salió quien yo iba a
Hacérsela y le dije: «¿No es esto, aproximadamente, lo que hubiera usted dicho?». El se limitó a corregir dos cosas, y nada más. Era un hombre moderno e inteligente, y yo tenía ya su cliché antes de entrar en su casa”.
Si el relato de Luis Portillo fue tomado como verídico por el historiador Hugh Thomas no es de extrañar que José Caso González también tomara el relato de Josefina Carabias y otros de tradición oral como fuente histórica y no como relato literario para dar color a la noticia en sus inicios periodísticos después de haber entrevistado hacía muy poco a Victoria Kent.
Elvira Ontañón cita la Orden Ministerial de 1888 no derogada hasta 1904 que dificultaba el acceso a la Universidad de las mujeres y resume el relato de Josefina Carabias sin citar fuentes:
“Para lograr éste objetivo María Goyri se dirigió al organismo competente que era la Dirección General de Instrucción Pública dependiente del Ministerio de Fomento -ya que no hubo ministerio de Instrucción Pública en España hasta 1900- y la Dirección General exigió consultar la solicitud con el Claustro de la Universidad, el cual, tras la correspondiente deliberación accedió a la pretensión exigiendo una serie de condiciones. El tesón y el afán de María Goyri habían triunfado y el curso 1892-93 comenzó su vida universitaria de manera oficial, una vida algo aislada inicialmente: en la clase estaba separada de los compañeros en una mesita cerca de la del catedrático. Antes de entrar debía esperar en la antesala de profesores y no debía circular sola por los pasillos. Al anunciar el bedel el comienzo de la clase, el catedrático la acompañaba hasta el lugar indicado en el aula. Incluso con estas condiciones que ahora parecen inverosímiles, el acceso de María Goyri a la Universidad Central con pleno derecho y matricula oficial fue una importante conquista y un hecho destacado en la Historia Social de España, especialmente en la Historia de la Educación de la mujer” (págs. 30-31).
En estos momentos de nuestra investigación Carlos Baena y Martín Martínez Riqué están decididos a encontrar los documentos que avalen que el relato literario de Josefina Carabias tiene base documental. Si no se encuentran quedará la duda sobre veracidad histórica y tendríamos un ejemplo más de práctica periodística donde el entrevistador hace decir al entrevistado lo que ya sabe que va a contestar y el alto reportaje sustituye a la novela en la praxis periodística en respuesta de César González Ruano: “«¿No es esto, aproximadamente, lo que hubiera usted dicho?». El se limitó a corregir dos cosas, y nada más. Era un hombre moderno e inteligente, y yo tenía ya su cliché antes de entrar en su casa”.
En conclusión, la veracidad de las fuentes es lo primero que tiene que comprobar el investigador. La historia de los documentos falsos tomados como verdaderos forma parte del “alto reportaje”, sustituto de la novela. Ahora parece que a esta praxis dicen que le llaman “posverdad”.
En 1892, María Goyri con un sueldo que no llegaba a las cien pesetas mensuales como institutriz y profesora de comercio, con 21 años en el El Congreso Pedagógico Internacional, defendiendo a Concepción Arenal y ante las congresistas Pardo Bazán y Betha Wilhelmi Enrich y oyéndola el joven Ramón Menéndez Pidal, entre otras cuestiones planteó:
“¿Creéis que si se aprueba la conclusión que se refiere a abrir todos los centros docentes a la mujer, se matricularán por ahora más mujeres que las que lo hacen? ¿Pensáis que si hoy sale a oposición una Cátedra de la universidad, os la disputará alguna mujer, aunque tenga título y condiciones para ello? No temáis la concurrencia; trabajad, no ahogando las aptitudes de la mujer, sino siguiendo vuestro camino como hasta hoy, pues habéis partido antes que nosotras, tenéis más camino andado, y al volver la vista para ver a que distancia venimos, no hacéis más que perder el tiempo, y así quizá os alcanzaremos antes”.
UNA INFORMACION Por la SEÑORITA DOÑA MARIA AMALIA GOYRI Y GOYRI Alumna normal, Institutriz y Profesora de Comercio. Apud Elvira Ontañón, pág. 38.
Carlos Baena ya está buscando más información. La Quest está en marcha… y el resultado será encontrar de nuevo otra fuente del Nilo.