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20161225. Editor

«ITINERARIO ARTÍSTICO LITERARIO ALONSO ZAMORA VICENTE

100 AÑOS DE SU NACIMIENTO»

1916-2016

Cáceres→Malpartida de Cáceres→Mérida→Madrid

Noviembre-diciembre (2016) enero (2017)

 

ETAPA 2. MÉRIDA

16 Y 17 diciembre 2016

SÁBADO, 17 DICIEMBRE DE 2016. ETAPA 2: MÉRIDA

Mañana

SESION TÉCNICA

Lugar: Sede de la UNED de Mérida. Ubicación del antiguo instituto de Mérida, donde dio clase (1940–1942) Alonso Zamora Vicente. Calle Moreno de Vargas, 10. 06800 Mérida, Badajoz

10:30h.

Mesa Redonda–debate AZV–6: La Mérida de Alonso Zamora Vicente y María Josefa Canellada. Una mirada en el tiempo

INTERVIENEN: 1. Alonso Zamora Canellada. 2. Jesús Díez Marín, alumno de Alonso Zamora Vicente entre 1940-1942 en el Instituto de Mérida. 3. Antonio Gallego Domínguez. IES Santa Eulalia.  4. Rufino Rodríguez Sánchez, presidente de la Sociedad Científica de Mérida. 5. Iñaki Mur Idoy, miembro de la Sociedad Científica de Mérida. 5. Antonio Viudas Camarasa

Alonso Zamora Vicente, recuerdos de Jesús Díez Marín

Después de la Guerra había pocos profesores en los colegios e institutos. En Mérida había profesores con poca formación y que hacía lo que podían. Para completar el claustro de profesores trajeron docentes de otros sitios, fue el caso del profesor Alonso Zamora Vicente.

Alonso Zamora vino a casa de una familia que vivía en la Rambla de Santa Eulalia muy cerca del Hornito. Lo que yo recuerdo, después de hablar con mi hermano Adolfo, es que en la casa que se alojó el cabeza de familia era empleado en la tienda de “Los Leones”, y el hijo, Agapito Nieto, trabajó en el Banco Hispano-Americano. Él se vino a casa de esta familia para buscar un sitio para quedarse, lo único que había en Mérida era el Hotel Comercio (estaba enfrente de la tienda de Montosa). El año 41 fue el llamado “año del hambre”, y esta familia le dijo que no buscara más y que se quedara con ellos.

Al profesor Alonso Zamora le gustaban las casas antiguas y las flores, paseaba por la ciudad y las observaba. Recuerdo que un día me dio la enhorabuena por el balcón de mi casa, mi hermana Maruja lo tenía siempre lleno de macetas y flores.

En clase, nos puso en lo que él llamaba el pelotón de los torpes, a Narciso Rodríguez, Diego Lozano (que fue futbolista internacional) y a mí. Cuando nos dio las notas nos dijo que éramos poco estudiosos, y nos dijo que teníamos que estudiar más. Lo cierto es que a nosotros lo que más nos interesaba era hacer deporte.  Cuando finalmente nos aprobó nos dijo que nos había apretado porque sabía que podíamos dar más. Al final aprobamos los tres. Al finalizar estos estudios Narciso y yo estudiamos una carrera universitaria y Diego se hizo futbolista profesional.

Yo no he sido nunca de letras, se me daban mejor las ciencias, prueba de ello son las notas del instituto, y que al final estudié Farmacia. Pero recuerdo que en las clases de Lengua y literatura el profesor Alonso Zamora explicaba con mucho entusiasmo, captaba tu atención y no te distraías nada, las clases se hacían cortas; eso nos enganchaba a la asignatura. Las clases de latín no las recuerdo tanto, soy de ciencias.

Sobre todo, recuerdo la lectura del libro de La historia de San Michelle, aunque también leímos otros libros y novelas de autores como Blasco Ibáñez, Rosalía de Castro, Benito Pérez Galdós. Pero la historia de San Michelle me gustó mucho. Me dio la sensación que era su libro de Cabecera para enseñarnos; lo utilizaba para las clases de literatura y también de lengua, a veces sacaba frases de este libro para estudiarlas (para estudiar su estructura). La historia de San Michelle se desarrollaba en la Isla de Capri. No sé por qué, pero recuerdo que cuando mi hermano se casó le recomendé que fuera a Capri, y allí fue.

Él estaba muy interesado en oír la voz, como se pronunciaba. Él nos hacía algunas bromas sobre nuestra forma de pronunciar (por ejemplo, decíamos “Lintenna” en vez de linterna, … o “Badajoo”), pero nos dejaba hablar como lo hacíamos; le llamaba mucho la atención.

Yo incluso le recomendé algunas personas que hablaban “muy extremeño”, como Juan Antonio Otero que era un chico de Arroyo de San Serván que hablaba “muy cerrado”, el señor Manuel (que era el aperador de mi padre) y Juan Cuéllar que tenían un bar en uno de los quioscos de la plaza España, …  Lo que él hacía era ir a hablar con ellos y les preguntaba cosas.

Ya voy para los 95 años y no me acuerdo de mucho más, pero recuerdo aquella etapa con bastante cariño y alegría por haber tenido este profesor. Posteriormente, me lo volvía a encontrar en Mérida el día que le pusieron su nombre a una calle de la ciudad, y tuve la oportunidad de charlar con él.

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